La ciudad de los pésimos servicios públicos

Esta semana hemos realmente estado de malas en Iquitos, corroborando sin duda la pésima calidad de los servicios públicos.

El sábado, una caída en las líneas de telefonía celular de Movistar dejó a toda una ciudad sin servicio por ocho horas, sino más. Los fallos han sido intermitentes y han incluido el servicio de internet. Durante la semana también empezaron a fallar el otro operador, Claro. Las quejas de los usuarios han sido constantes y permanentes.

Leo, además, un post en el Facebook del periodista y amigo loretano, José Ángel Verea, hablando del caos totalitario que ha generado Electro Oriente. Les dejo algunas ideas:

“Lejos de aportes y nuevas líneas de crédito, la empresa que nos proporciona energía eléctrica en Iquitos, hoy en día, está tan deficiente como antes, con apagones casi del diario, lo que ha producido grandes pérdidas en los hogares donde los intempestivos cortes han malogrado sus artefactos eléctricos.

El descontento con Electro Oriente es general. No hay ninguna seguridad en que no se va a malograr o destruir, en el peor de los casos, aparatos tan costosos como los que mueven grandes máquinas o hacen posible una transmisión de radio o televisión. Eso es totalmente incierto.

Súmese a eso, las protestas de moradores de pueblos jóvenes o asentamientos humanos que, unos, no cuentan con el servicio y que necesitan del mismo y, otros, quienes estando conectados a la red eléctrica no tienen el servicio, pero sí les llegan las facturas mensualmente, con toda puntualidad”.

Los planteamientos de Pepino Verea son completamente atendibles. Electro Oriente, sin duda, debe ser una de las peores empresas prestadoras de servicios públicos del país, con una actuación que mezcla la ineptitud, la obsolescencia, la impunidad o la pura conchudez. De por sí pagamos una de las tarifas más caras del mundo y tenemos la más deficiente calidad.

Todos los días tenemos problemas con el servicio de luz, con el consiguiente efecto económico en horas-hombre, los problemas de seguridad, de equipos averiados y molestias causadas tanto por lucro cesante como por daño emergente. Y ante ello, a lo sumo, la empresa se lava las manos y pide, con cara de palo, disculpas que ya no vienen al caso y no se responsabiliza en absoluto con todos los perjuicios económicos causados.

Si a eso agregamos el pésimo servicio que siempre nos brinda Sedaloreto, ya tenemos un combo francamente atroz.

Ante ello, reitero, un párrafo de un artículo que escribí hace 4 años sobre los problemas de los servicios y que, al parecer, siguen teniendo terrible actualidad:

“El triste aspecto de una ciudad paralizada, que ha retrocedido en el tiempo, con graves perjuicios económicos, y en el cual las empresas prestadoras de servicios de primera necesidad no cumplen cabalmente con su función (a pesar de que cobran precios altos y son muy severas con los incumplimientos de pago), mientras los consumidores son poco menos que sujetos de quinta categoría, sin derechos ni voz de protesta que les haga justicia (y sin entes decisivos y autoridades que hagan valer esa voz).”

¿Dónde están los órganos reguladores para detener o sancionar este pésimo servicio conjunto?

 

 

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