– Un perro es suficiente

La victoria de Barack Obama

Es cierto que, como lo dicen todos los analistas y lo recuerdan todos los pro o contra yanquis, estas elecciones que se llevaron en los Estados Unidos de Norteamérica no cambiará en nada la relación diplomática o económica de nuestro país en relación a las cifras que viene presentando. De un tiempo a esta parte la balanza comercial del Perú ha ido diversificándose y aunque China cada vez es más importante y los europeos y asiáticos ven con mejores ojos a la apertura comercial del país, sigue siendo los EE.UU. el socio más importante del Perú, aunque ya no tanto y por ende la influencia de su política y economía ya no repercuten mucho en las decisiones nacionales.

Un ejemplo de esto es cómo el Tratado de Libre Comercio (TLC) que con tanta crítica se instauró en nuestro país, no ha cambiado mucho el panorama y no ha resultado ser el monstruo que se comería al pequeño, ha sido más bien un acercamiento más convenencioso en la diplomacia que en la economía. Así hubiese ganado el republicano Mitt Romney, las cosas no hubieran cambiado demasiado más allá de algunas interpretaciones en relación a los derechos humanos. Latinoamérica, ha sido siempre la quinta rueda del coche en el panorama yanqui y sólo ha interesado cuando alguno de estos países se sale del escenario como sucede con Venezuela y en menor grado con Bolivia y Argentina.

Pero las elecciones que se llevan a cabo son dignas de imitar. No sólo por la concentración de la población en dos posiciones bien marcadas y difíciles de cambiar como son los republicanos y los demócratas, sino en el lenguaje y el respeto durante todo el proceso. Es verdad que los americanos de clase media y baja y aún en sectores de la clase alta tienen los mismos vicios que nuestras sociedades sub desarrolladas pueden tener. Un desinterés por la política, un nacionalismo a lo esquizofrénico, la falta de interés y conocimiento de la política exterior norteamericana tan descreditada a nivel mundial y un consumismo y superficialidad que limita con la enfermedad, pero al momento del proceso electoral, además voluntario, hay una identificación clara de cuál es el rol de cada ciudadano.

Y es por eso que los discursos se vuelven respetuosos y consensuados y se dirigen con mucho cuidado y recelo a esas minorías que son los que deciden finalmente las elecciones. Desde la comunidad cristiana – evangélica hasta los latinos, hay un enfoque durante la campaña de no ir más allá de lo que no pueden hacer. Es decir no prometer algo que más tarde no van a cumplir. No abundar en el populismo como sucede, por ejemplo, en nuestras elecciones, es por eso, que tal vez muchos analistas la califican como fría, con ausencias o parametrada en tópicos muy bien cotejados y analizados por ambos grupos de campaña, pero sin duda que es un ejercicio del cual hay mucho que aprender.

Y la familia juega un rol importantísimo. Aunque muchos podrían decir que hay mucho de aprovechamiento político y porque no de hipocresía en esta exposición desmesurada de las familias de cada candidato (a raíz, por ejemplo, de lo que sucedió con Bill Clinton), la sociedad americana sigue fundamentando gran parte de su decisión en la percepción de una familia sólidamente constituida en la Casa Blanca. Es cierto que Mitt Romney, es mormón y a veces considerado como extremadamente conservador por el tema de su religión y porque además representa el ala radical de los republicanos y es en este sector donde la familia es de esos modelos clásicos y por ende la presencia de su esposa e hijos es algo natural a exponer, Barack Obama ha hecho lo mismo no sólo con su primera dama Michelle Obama, sino con sus hijas en todo momento que a los años se convierte en un valor muy bien capitalizado en elecciones.

Y en el mensaje de ganador que dirige a su nación, la más poderosa del mundo, se da tiempo para publicar una discusión de lo más entrañable de su familia. “Un perro es suficiente”, les ha dicho a sus dos hijas en relación a la ya conocida vocación por estos animales. Aunque no faltarán interpretadores de salón que definirán esta parte con una alusión arrogante del primer mandatario negro que llegó a la presidencia de los EE.UU. y ahora el primero también que se reelige y revitaliza nuevamente a los demócratas.

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