Los templos del beber
En el sórdido mundo de las libaciones, del seco y volteado o del empinamiento del codo, el Perú no ocupa el primer lugar. Por el momento. Pero en el presente tiene un grave inconveniente con la taberna. El acto de beber no solo invade bares, bailongos, parrilladas, concentraciones de peloteros, simples hechos de la existencia que podrían amenizarse con una limonada, sino los colegios. Los templos del beber, cerveza, ron, vino, tragos preparados, pisco, whisky y vodka, podrían ser también nombrados esos centros de estudios de este país de variadas ebriedades. No porque se chupe en esos locales sino porque los estudiantes arman la jarana.
Un reciente estudio de CEDRO, publicado el domingo enLa República, revela que los adolescentes consumen ingentes cantidades de licor en poco tiempo. En el oriente del Perú, donde el beber es casi obligatorio por cualquier cosa, donde se parrandea de jueves a domingo y los otros días de la semana como si se tratara de un eterno largo feriado, no tenemos cifras. Pero es fácil deducir que la cosa está que arde. Porque las fiestas se hacen en los mismos colegios. Cada fin de semana si es posible, pese a que está prohibido.
La alcoholización escolar peruana es un hecho lamentable. Es una degradación que no obedece a esa huachafería pública que dice que beber en exceso es dañino. Beber poco también lo es si el que chupa es un mocoso que no ha terminado su educación elemental. Ese mal revela al adulto y su manía de celebrar todo con licor de por medio. Es el resultado del negocio redondo de las empresas cerveceras que se meten en todo y que auspician eventos frívolos para conseguir más clientes. Es la suma de los maestros que gustan de festejar con sus alumnos. Una solución rápida y radical a esa nueva lacra nuestra es decretar ordenanzas para celebrar todo con refrescos, chupetes, pulpa de camucamu, chicha morada, shibé o simple agua.