Vigencia del libro
En el siglo XV se editaron 20 millones de libros. El papiro y el rollo, insumos iniciales para la producción de arduos manuscritos, cedieron el paso al papel y la imprenta. El libro se apoderó de la vida de los hombres y mujeres, ayudado por la labor de los editores que inventaron un eficaz sistema de distribución. La primera gran biblioteca que existió en la tierra fue la de Fernando Colón que logró adquirir 15 mil volúmenes. El primero que trajo los libros a América fue el padre del aludido, Cristóbal Colón. En ese entonces no había profetas del desaliento que vaticinaban el fin del libro. En el presente, no faltan adivinadores que predicen el ocaso de ese gran invento. Pero ni el temible Bill Gates, el más obsesionado por terminar con el libro, tiene razón.
En la actualidad, basta recorrer los estantes de la 17 Feria Internacional del Libro de Lima para darnos cuenta que esa riqueza está más viva y vital que nunca. Es inabarcable el mundo de la edición contemporánea. Obras de todo tipo, de todo formato, de todo calibre y calidad, se publican cada vez y no hay sitio para el desaliento. Porque, además, el que menos sueña con el libro propio, como nunca antes en la historia de la humanidad. Así las cosas, hay libro para rato. En esa robusta vigencia del libro, los amazónicos están presentes, como nunca antes en la historia regional.
Después de la brillante jornada cultural de Madrid, Editora Tierra nueva acaba de marcar un hito en la bibliografía nuestra al presentar cinco obras de un solo golpe en el marco de la mencionada feria de la capital peruana. Los libros, “Entre el jazmín y la mandrágora”, del poeta Marco Martos, “Arana: rey del caucho”, de Ovidio Lagos; “El insomnio del perezoso”, de Miguel Donayre; “Ruidos” de José María Salcedo; y “Epoca del caucho: retratos del horror”, con textos de Percy Vílchez, fueron presentados desde el viernes hasta el lunes, en diferentes salas de dicho evento. Entonces, larga vida al libro.