El asesino con buen sueldo  

Desde el suburbio de  su desatado instinto de sicario frustrado, de pistolero mediocre, alguien de la cuestionada banda que sostiene la silla de ruedas de Charles Zevallos nos acaba de amenazar de muerte.  El criminal en potencia, cuyo cargo  y nombre sospechamos, ha usado el gratuito servicio del correo electrónico para perpetrar su sanguinaria faena, su feroz promesa.  Y no parece impulsado por el ambiente policial, por la visión de las armas y de las cachiporras,   que invade en estos días el ámbito consistorial de Maynas.  Parece salido de una tortura personal y de grupo.  De la reciente suspensión del accidentado burgomaestre.  Que en buena es la pérdida de las granjerías de la gestión edil.

En su afán de venganza parece un subproducto intoxicado por los juegos de balaceras digitales, la violencia letal  en otras latitudes y  sueña con desatar su propio tiroteo desde las sombras como todo cobarde. No parece jugar a las balas de fogueo,  ni emular alguna película de bandidos corruptos en el  poder, sin embargo. La cosa va en serio. La cosa es de temer. Es entonces un tipo de cuidado, un sujeto espeluznante,    un especímen tenebroso. No por su mala ortografía, su casi incapacidad de formar una frase legible, sino por otra cosa.

Porque se trata en buena cuenta no de un asesino a sueldo sino de un proyecto de asesino con buen sueldo.  El sujeto de marras no sabe qué hacer ahora que su alcalde ha perdido el poder. En vez de volar a Lima a cuidarle para que recupere su salud lo más pronto posible y él pueda volver a la mamadera edil, se dedica a escribir amenazas de muerte a este diario. Como si nosotros fuéramos culpables de su mala suerte.  O como si buscara a alguien para hacerle pagar su desdicha.  ¿Qué culpa tenemos nosotros de su fracaso?