El gremio de pisteros

En el manual de mejoras, compendio sin principio ni fin, tomos que no caberían ni en la más grande biblioteca del mundo,  del rostro de esta desdichada pero animosa ciudad de Iquitos, destacan con horrendas ventajas las siempre malogradas, deterioradas, ahuecadas, bombardeadas  pistas. Es una tortura diaria transitar, en destartalada moto, en desmantelado motocarro, en asmático microbús, por la mayoría de esas arterias donde la rapiña hizo su asiento. Y eso que no escribimos sobre los ríos nada líricos ni poéticos que se forman cuando llueve como la infortunada calle Putumayo.

En el manual de carencias, obra  completa  que ni varias generaciones de lectores rápidos abarcarían de orilla a perilla,  de la desventurada pero bebiente y bailante Iquitos  faltan tantas cosas. Falta un aguerrido y combativo gremio, un ardiente y porfiado colectivo, un petardista consorcio de profesionales con los títulos en las paredes, para defender las pistas del futuro cercano y lejano si es que eso existe. No podemos seguir así, en la neurosis de la protesta desde la hamaca o del catre, en la queja dentro del agua, en la furia a solas y entre cuatro paredes.

La primera medida de ese frente pistero o pavimentador o asfáltico sería revisar  las ganancias dolosas de los que hicieron la primera pista  en la ciudad. La última medida sería revisar las ganancias dolosas de los que construyen las pistas en estos momentos. Una fortuna arrienda por allí, lejos del erario ciudadano. Toda la propuesta del colectivo pistero nos ocurrió después de leer las declaraciones del funcionario edil de Maynas,  Darwin Montalván Santillán.  En vez de reírnos de su candidez o ponernos a llorar porque todo está  perdido, optamos por inventar un futuro diferente con el colectivo cívico pro pistas.  Porque no es cambiar el material de construcción la solución pistera. Es cambiar las manos con garras, la aviesa robería de los unos y los otros, la mentalidad rapaz de tantos desgraciados.