La tradicion contestaria
La animada y animosa mujer selvática entró al historia occidental como una criatura fogosa, un ser ardiente, que no soportaba ni pulgas y ni moscas. Las desenadas Amazonas, féminas con un solo pecho, eran criaturas de armas tomar y se dedicaban a sacar la mugre a algunos rivales.
A flechazo limpio. No admitían cercanía de inoportuno varón por alguna razón que ignoramos. Solitarias en el boscaje, blindadas contra el machismo, guerreras a toda hora, eran como moradoras de una república federal de puras faldas. Ese prestigio belicoso cubrió todo el tiempo colonial y parte de la era republicana.
El arribista Garcilaso de la Vega inicia ese ensalzamiento al narrar la gesta heroica de la Mamanchic. Don Manuel Uriarte admiraba a la diligente, laboriosa e incansable mujer Iquita. El prefecto Hildebrando Fuentes la elogió por ser limpia, hacendosa, franca y leal. Alfonso la Torre escribió sobre ese visible orgullo de ser mujer. La influencia de las belicosas Amazonas se hizo trizas de pronto. El ardor guerrero pasó a contaminar el lecho. El ardor en el lance de armas migró hacia lo sexual. Algo raro en verdad. Algo grave pasó para que la imagen se invirtiera y apareciera la satanización de la mujer bosquesina. Esa gesta torcida no comenzó con la “Casa verde” como podría suponerse. Es anterior a esa novela que, por otra parte, nada dice en contra de la mujer de los ríos, porque es una diatriba contra los obtusos uniformados.
Hay algo oscuro en esa obsesión por denigrar a la mujer de los bosques. En eso de rebajarla a simple agujero rodeado de carne, a volcán con blusa, a fogón que roba marido, hay el despecho del varón humillado, como nos advierte don César Lequerica en uno de sus cuentos. En la tradición contestataria, que se inicia con las desaparecidas Amazonas, también se podría catalogar a las recientes voces femeninas que dijeron lo suyo, que reclamaron justicia, en el reciente asunto de un decano involucrado en un feo asunto proxenetista y prostibulario, cuya víctima fue una muchacha de quince abriles.