La vida sin libros

Creo que si a algo me dedico con mayor habitualidad (además de ver películas) es a leer. Todo lo que se pueda (y a veces lo que incluso no es tan edificante). Entre mis lecturas de estos tiempos, acá les dejó algunas opiniones sobre ellas.

Por ejemplo, acabo de terminar el nuevo libro de María Luisa del Río, “El Perú Arde”, y he quedado encantado con su lectura. Una recopilación de artículos escritos en el diario El Comercio sirve de pretexto para una cuidadosa, certera, intensa mirada de periodista, que inmediatamente se convierte en la de viajera, y al momento se concentra en la de una ciudadana a quien el país no solo le duele, sino también le arde. La edición es de primera, con imágenes de destacados fotógrafos, los cuales dan un marco adecuado para sintetizar esos grandes temas, esos profundos temas, esos constantes temas que dan la vuelta de nuestra realidad.

Pero antes de leer el libro de María Luisa, leí el de Hugo Coya, “Polvo en el viento”, que se presenta hoy en Iquitos. De hecho, leer a Coya es encontrar a un investigador acucioso, que encuentra un espacio desde la no ficción para narrar trayectorias que parecen novelescas. Me sucedió anteriormente con “Estación Final”, me sucede ahora con esta publicación, en la que es protagonista Demetrio Chávez Peñaherrera, alias “Vaticano”, el legendario narcotraficante que se codeaba con las más famosas vedettes y reinas de belleza y tuvo que ser objeto de un lavado cerebral para no delatar las tropelías de Vladimiro Montesinos. Definitivamente, Coya sigue haciendo bien su chamba, la cual es poner en evidencia las miserias (pero también la humanidad) de personajes tan controvertidos como el que surge de estas páginas.

Evidentemente, he leído “Díva”, de Roberto Reátegui, y recuerdo ahora cuando investigaba para este libro. Me gusta la trama, y me gusta ese trayecto que hace de la historia de la actriz acabada, en declive, que busca una segunda oportunidad, una revancha personal, un nuevo intento entre luces. Es también la búsqueda de un origen, que se encuentra no solo en el personaje de ficción, sino también en el escritor. La investigación que hizo, entre otras, en la Biblioteca Amazónica, también es una posibilidad de respirar algo de selva. Y para Roberto, un gran modo de volver a sus orígenes.

Y también me ha permitido volver a recorrer las líneas de la nueva edición de “Amazonía”, de Juan Carlos Galeano, escritor colombiano y amante de la selva loretana, y comprobar que el verso fuerte y enérgico del libro siguen vivos. Me parece ya que este poemario es un clásico continental y es genial poder encontrar aún más ediciones del mismo. Además, descubro complacido que se encuentra a disposición “Yakumama”, un poemario breve bilingüe, editado por el CETA de Iquitos que permiten encontrar versos como este “Cuando la Yakumama     quiere, las nueves se forman a su paso/Difícil imaginar la vida de unos ceticos sin los cariños de la yakumama. Muy delicada, si no la tratan bien/ simplemente se va”.

Además, he podido leer (y presentar en la última Feria del Libro de Miraflores) el poemario “Objetos Dañados”, del poeta y periodista Hans Ruhr. Libro raro, bastante irónico, icónico, posmoderno en el más amplio sentido de la palabra. Un libro que se nutre de la cultura pop y del más estricto canon poético clásico. Además, se puede leerlo como el testimonio de un alguien que sigue cantando su propia canción mientras el mundo se cae a pedazos, de alguien que decide seguir adelante en su ironía aunque en el camino anide desazón y desesperanza. Ruhr es uno de los más notorios personajes del Internet peruano, y este debut literario nos encuentra a sus seguidores marcando ocupado (“Polietileno y sus hombres de plástico andan sin pudor sin vergüenza/ volviendo todo cajitas de Mc Donald’s”).

Y he podido leer otra vez un libro que en algún momento fue fundamental para nuestra generación: “Mala Onda”, del escritor y cineasta chileno Alberto Fuguet, personaje ya icónico y también amigo. A 20 años de su primera edición, se ha lanzado otra vez en medio de un gran revuelo en Santiago. Para quienes alguna vez pudimos darnos el tiempo de entrar en la vida y la mente de Matías Vicuña, personaje protagónico de la novela, disfuncional, raro, friki, no encajado, y volver a descubrir que los rasgos y la esencia siguen intactos es como cantar una canción bizarra, mientras sin proponértelo gente que comparte el mismo sentimiento lo hace en otro lugar. La hermandad cósmica vuelve y se instala. Es casi un placer volver a revisar lo que ya es un clásico literario latinoamericano, a pesar del tiempo y algunas heridas.

Aún tengo en camino varios libros más por devorar. Aún sigo practicando el vicio solitario de la lectura.

Aún sigo caminando entre combis, taxis, centros comerciales, plazas y parques, entre Aeropuertos y habitaciones, leyendo. Creo que sería genial algún día poner en su hoja de vida que uno se dedica a leer.

En verdad, leer no solo demanda tiempo. Demanda concentración, entrega y pasión.

Demanda un espacio para ti y para el libro. Demanda amplitud de mente y de corazón.

Una pregunta que siempre me hago es ¿Por qué hay gente que no le gusta leer?

Me pregunto ¿Será posible alguna vez que los libros se quemen, como en Fahrenheit 451, clásico de Ray Bradbury?

Digo ¿cómo será una vida sin libros?

En lo primero que me imagino es un mundo amplio y deslumbrante, pero sin luz. Absolutamente oscuro. Totalmente siniestro.

1 COMENTARIO

  1. Apreciaria tus comentarios:

    CULTURA COTIDINA YU MEDIOS DE COMUNICACIÓN
    (cfsv-Dic-2011)

    Los individuos en cada país, nación o sociedad poseen un conjunto de valores sociales, nociones culturales que le son afines, son fruto de sus costumbres, legados culturales y patrones tradicionales procreados de la relación con su geografía vital conformando la esencia de su cosmovisión. Sin embargo, verificamos a su vez que, existen espacios para la evolución de la propia cognición y trascendencia. Es decir que siempre seremos relativamente consientes de la comprensión de los fenómenos sociales, de la relación simbiótica del conjunto de procesos sociales entre el medio espacial y nuestro devenir histórico. Este conjunto de fuerzas y estímulos externos posee un componente individual que es relativo al bagaje mental y a la genética con que nacemos y somos formados. Son los hechos de la vida cotidiana los que nos equipan con instrumentos culturales y de sentido común pero que, ante las disyuntivas de la vida, somos nosotros los que en última instancia, en forma autónoma asumimos una postura frente a la ética y moral social relativa al momento o circunstancia. Esto lo verificamos en la diversidad de conflictos personales, socio-económicos y culturales, relativos al medio geográfico, historia y características etno raciales del “Sapiens” alrededor del planeta.

    Nuestra naturaleza gregaria y multifacética desde el clan y los grupos nómades hasta la espiritualidad monástica de los monjes ermitaños de antaño devienen en un tipo especial de preocupación por otros grupos sociales del “mundo”, hasta las venidas a menos clases sociales y políticas; grupos religiosos y deportivos en la actualidad; cuentan con reglas sociales y requisitos explícitos e implícitos de pertenencia, que tamizan a los que desean pertenecer, generando un conjunto de requisitos, muchas veces tácitos, que se han de cumplir bajo pena de convertirse en parias, resentidos sociales o desclasados una sociedad no exenta de conflictos.

    Esta expresión evolutiva e insipiente de convivencia, es parte de nuestra esencia natural, pero la vez se va construyendo desde nuestros orígenes. Hoy gracias al conocimiento científico y tecnológico podemos identificar que estas relaciones se dan en lo que denominados “entidades u organizaciones sociales” desde las más primitivas hasta las más avanzadas, siempre dependientes de nuestro aporte a la cultura tácita y explicita del grupo. Es en esta dinámica que, desarrollamos un determinado comportamiento embebido en valores y creencias, pero que también evoluciona, desarrollando socialmente a la persona favoreciendo al grupo.

    Pero esta síntesis no necesariamente es analógica, el mundo no es igual para un esquimal, un no-contactado de nuestra selva amazónica, un citadino de New York o para un peruano común y silvestre. Aun dentro de nuestro país, existen un conjunto de valores y principios que caracterizan claramente nuestras diversas regiones geopolíticas. Sin embargo, la pluriculturalidad nacional, a despecho de la “conciencia nacional”, es cada vez mejor percibida como una potencialidad y una riqueza, patentizado en la multiplicidad de maravillas reconocidas, con las que en la actualidad cuenta el Perú.

    Echemos a andar un poco a nuestras anquilosadas neuronas, cuestionemos una faceta de nuestra conformación cultural y preguntémonos, por ejemplo: ¿Cuánto influyen los llamados medios de comunicación en la conformación de nuestra conciencia moral como individuos o como grupo social?. Recordando décadas cercanas en que muchos creíamos que el culmen de la manipulación mediática se había consumado con los famosos “sicosociales” de la época de Fujimori y Montesinos; con la aparición de los “pistacos” de las zonas marginales; de los “pelacaras” de la amazonia; de las “vírgenes que lloran” y de los inefables programas denigrantes de Laura Bozo. ¿Cuánto de nuestra prensa mediática impacta en nuestras creencias y en la conformación de nuestros valores sociales?. Hoy percibimos una prensa que se ha especializado en embrutecernos mediante mensajes sutiles que aparentemente no percibimos, denigrando intrínsecamente el principio fundamental de la transmisión de la verdad mediante la construcción de opinión basada en la objetividad. ¿Qué papel juegan estos comunicadores desbocados?, con conductores de “sacha medios de comunicación” que tratan a su quehacer periodístico como a una inocente mozuela quinceañera vestida de “libertad de expresión” que muchos endiosan para luego violarla sin condena. Para muestra vean, el caso de la sentencia mediática de Rosario Ponce convertida ya popularmente en asesina, cuando la Justicia aun no se pronuncia. Vean como a diario la prensa prostituye su conciencia porque simplemente “la calle es dura”. ¿Cuánto, por mantener el Status Quo de su reinado mediático, restan responsabilidad social a los insanos y macabros filicidios convirtiéndolos en ritos satánicos, que parecen ya una moda de actualidad? (34 filicidios, 100 intentos fallidos, 5,600 violaciones de menores denunciadas. No dejemos de considerar que algunos estudios dan cuenta de que solo un 5% de los casos penales son denunciados, en principio porque la gente desconfía de la lejana, onerosa e incomprensible administración de justicia peruana).

    En especial resaltaremos, por estos tiempos el asesinato de Pierina como un caso emblemático que la insana perversidad de una sociedad indolente expresada no solo ya, como un caso aislado, sino como la manifiesta expresión de una maquiavélica maquinaria social, de la que tienen primerísima responsabilidad los operadores encargados de impartir “justicia”. Es el caso del asesinato cometido por una sujeta Isabel Tello Chanduví, de conciencia retorcida convertida en madre promiscua por su moustrosa madre, una mujer que creció en la violencia, en la falta de valores familiares y sociales que como una bomba de tiempo descargaron su furia como ni siquiera ningún animal salvaje lo haría, matando y torturando conscientemente a su propia hija y nieta, la pequeña “TUTIN”. (ver La Oración de Pierina).

    No debería sorprendemos ya, la capacidad de manipulación de esta asesina, en especial frente a posibles “beneficiarios” de su indecible vida. Sus encantos y su condición de mujer la dotaron naturalmente de una poderosa sicología (Ver los estudios de Jill Goldstein del Harvard Medical School y del librp de Louann Brizendine, a partir de los descubrimientos en neuroanatomía y fisiología femenina). Personalmente he podido constatar el testimonio de una juez de familia y comprobar que, por diversas razones muchas mujeres se hacen madres, para obtener algún beneficio económico de sus ocasionales parejas (claro, si el candidato es bien cándido), siendo que en múltiples casos los dineros conseguidos judicialmente por la madre como pensión alimenticia, sirven para los beneficios disolutos de la madre, llegando una mínima disposición económica al menor “beneficiario”. La Ley “Sasieta” que obliga a los padres a dar pensión de alimentos y sin prever que la supervisión judicial de estos fondos llegue a sus verdaderos destinatarios, es una ley irrealista que merece ir tacho por criminógena.

    Pero también están algunos medios de comunicación que, haciendo uso de su elegante y retorcida morbosidad buscan escamotear las verdaderas responsabilidades sociales y políticas de las atrocidades individuales, en nombre, tal parece, de un país en paz (pero en la paz de cementerios), ocultando las verdaderas responsabilidades de algunos y de otros que, ostentan la más perversa de las amoralidades: la omisión e indiferencia, abonando sin duda, con un gran cheque, a la violencia social.

    Ya no es casual la cachetada reiterada que golpea nuestras conciencias con asesinatos de inocentes criaturas, pero ¿Cuánto hacemos para no sentirnos tocados por esa realidad y que deseamos limpiar a toda costa de nuestras conciencias para que, cómodamente podamos disfrutar de una irresponsabilidad cómplice ya que “ojos que no ven corazón que no siente”?, pretendiendo hipócritamente, atribuirlo a la esquizofrenia de un individuo o a las retorcidas e infantiles creencias en ritos satánicos que perturban una sana razón. Pero, ¿Cuánto contribuyen los medios de “in-comunicación” a través de su “desinformación”, amarillismo perverso, economicismo desalmado y mentiroso que consumimos simplemente porque lo grotesco vende?. ¿Cuánto es nuestra responsabilidad frente a la violencia familiar, vecinal, laboral y social?.

    En medio de esta debacle global de valores que no solo se presenta en nuestro país (recordemos el caso de Yue Yue en China), cabe nuevamente preguntarse mirando al futuro, ¿Con qué acciones nos comprometemos para construir una sociedad mejor, que valores de una valla más alta debemos establecer para relacionarnos socialmente?; ¿Cuánto prima la satisfacción primaria de nuestras tendencias, sin importar el sentimiento ajeno?; ¿Cuántos contenidos de conciencia social positiva aportan los medios de comunicación escrito, radial o televisivo en la conformación moral de la conciencia en nuestros hijos?.

    Cabe por ello preguntarse individualmente: ¿Cuántas veces damos ejemplo de seriedad en la palabra empeñada y resaltamos el valor de la verdad, de la solidaridad, de la primacía del dialogo y la razón antes que la violencia?, ¿Cuántas veces no reconocemos nuestro egoísmo, enfermando así, nuestra conciencia moral?, ¿Cuánto nos comprometemos realmente con el valor de la solidaridad?; Hace poco tiempo atrás, un par de vecinos ignominiosos recusaron mi actitud de separar a un par de escolares enfrascados en una pelea callejera, porque querían ver un poco de pelea y porque tal vez un poco de sangre venía bien para matar el rato y todo frente a nuestros hijos, sin pensar que es menos animalesco hacerles entender que hay que priorizar el dialogo para limar asperezas y diferencias, cultivando la tolerancia (sin caer, por supuesto, en la santa paciencia de Alex Valle).

    En este contexto no basta la catarsis de las redes sociales o de los esfuerzos irrelevantes de las empresas a través de su minúscula “responsabilidad social” sin un verdadero compromiso con el desarrollo y la construcción de valores más altos y difundidos en la sociedad. Pero en especial de nuestro convencimiento de que cada uno de nosotros es responsable del destino personal y social de nuestra variopinta nación.

    Ojalá nunca más sepamos ya de asesinatos de niños a manos de sus padres, si algo podemos rescatar del espeluznante quiebre de conciencias que fue la muerte y martirologio de Pierina Nicole es que ya no podemos permitir que unos pocos medios de comunicación ignorantes, gobiernen nuestras conciencias y que esta niña arrancada de la vida en medio de nuestra cómplice indiferencia (léase: poder judicial) para que sin pedirlo sea llevada a los altares de nuestra fe y sea convertida en símbolo doloroso de una sociedad salvaje, que no perdona.

    No es casual que un “signo de la época” sea el ya reconocido poder de los medios de comunicación puesto al servicio de intereses oscuros, convertido en un poder draconiano que carece de interactividad bidireccional, herencia ancestral de nuestra sociedad tercermundista, que tiene como una de sus expresiones, una muy alta y creciente brecha digital, compuesta también por bajísimos índices de conectividad digital (menos de un tercio de la población cuenta con acceso a Internet) no siendo la conexión celular per se representativa de mejora; ya que, con la tv, radio y periódicos más al alcance del “populorum” logran aplanar nuestra capacidad de compartir opiniones con tolerancia y altura, soslayando el cuestionamiento natural de la razón mediante la transmisión de contenidos amorales adosados a un circulo vicioso que obnubila la razón y que enturbia el sentido común con contenidos frívolos hoy mas ceñidos a lo popular configurando una sub-realidad aparentemente alejada en los ricos también lloran hasta el “exitoso” al fondo hay sitio, (en estos días una artista que hace el papel de villana (Reyna – Tatiana Astengo) denunció que había recibido amenazas de muerte por parte de alienadas televidentes que confundiendo la realidad (alienación), muestran la peligrosa influencia de estos programas en el imaginario de las irracionales audiencias y que resultan incomprensibles y misteriosas para sus productores despistados, atribuyéndolos a unas pocas mentes alienadas, hasta que el fenómeno se vuelve masivo.

    También están los programas de concursos de bailes sensuales donde prima el dominio subliminal del macho a la fémina con posturas danzantes que rayan con el encuentro íntimo produciendo un menú superfluo y dañino de opciones televisivas que son al final, son una forma más sutil de violencia social.

    Pero los dueños de estos medios de comunicación no son inocentes palomas; actúan amparados en el oscurantismo cultural y en la mediocridad del sistema de justicia generando una gran influencia social al servicio, muchas veces, de administradores ocasionales del estado que buscan “popularidad” a cualquier precio. Medios de comunicación especializados en hacernos creer que la fatalidades de nuestra existencia se deben a misteriosas fuerzas divinas fuera de nuestro alcance, sembrado una especie de neo-colonialismo mental que reditúa inconmensurables beneficios de un mercado consumidor carente de capacidad de reacción ante contenidos verdaderamente cretinizantes. Poder de influencia alimentado por la baja capacidad crítica de la población que “sin despeinarse“, y sin vergüenza ostenta su última posición en índices educativos. Poder informal que en manos de inescrupulosos signan al país como una región disgregada, tugurizada, carente de valores, de capacidad de asimilación con modelos socioeconómicos que no encuentran aún respuestas para siquiera acercarnos al concepto de mínimo-imperioso de aspirar, con derecho, a gozar y hacer gozar a nuestros hijos de una vida digna en un entorno medioambiental armonioso.

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