El otro desagüe

El otro desagüe

La curva de Moronacocha nada tiene  que ver con alguna sensual y florida dama de estos y otros terrenos. La desdicha le agobia. Ubicada a las  orillas del descuidado,  sucio y maloliente lago que le concede el nombre, es una de las puertas de entrada a la ciudad de Iquitos. Puerto más que curva acopia todo lo que viene de los campos cercanos y lejanos. Las naves, los pasajeros y las cargas hacen ruta de ida y vuelta por ese lugar. Fluvial y ruralizada, ese sitio sufre todos los días de su vida ante la increíble presencia de por lo menos tres desagües que desembocan allí, incluyendo al caño que viene de la calle Ricardo Palma. A esos males se agregan los desmanes de antes y de ahora.

En el olvido figura el malecón anunciado con bombas y platillos, el boulevard proyectado con esa rimbombancia de nuestras autoridades como si no fueran elegidas para eso, para construir. La obra fue promesa de un alcalde que, gracias a las hadas del chiripazo y no a sus méritos personales, arribó al pequeño poder edil. El malecón tuvo su estudio, su presupuesto en su momento. Ya iba  a comenzar el malecón que se asentaría sobre un muladar,  cuando todo se acabó.  Sucedió que el burgomaestre afortunado malversó esos fondos, decidió hacer otra cosa. No pasó nada. Nada, como tantas obras veces en este país.  

En la maltratada curva de Moronacocha acaba de instalarse otro desagüe. El cuarto de esa serie infortunada y está sobre la tierra. Un desagüe tan deteriorado que no acarrea desperdicios y otras bagatelas humanas y animales, si no  la corrosiva pus de la corrupción, tal y como se demuestra en la página  central de esta edición.  ¿Eso esperaban los regidores y regidores para hacer algo? ¿O todavía falta más corrupción?