Escribe: Percy Vílchez

El señor Hernán Crisisto Arcaya demorará en olvidar todo el miedo que sintió ante el estallido de la furia popular. Ante las enconadas protestas de nada le sirvió el sillón del poder, la vara de mando, la cinta cruzada del líder. En el límite de su resistencia, en la frontera de sus fuerzas, tuvo que arrodillarse y pedir perdón. Ese acto fue su salvación. Ahora es otro hombre, decidido a cumplir el mandato de los ciudadanos que le declararon traidor.


El citado personaje es el actual alcalde del distrito de Acora, ubicado en Puno, y su delito fue haberse reunido con la presidenta Dina Boluarte en mal momento: justo un día antes de la llamada “tercera toma de Lima”. Las cosas pudieron llegar a mayores, pero el burgomaestre se bajó de su pedestal y decidió acatar la voluntad de sus gobernados. Ellos y ellas pertenecen a esa legión nacional que protesta contra el actual gobierno, contra el pedestre Congreso. Es una suma que tantos intentan bloquear, minimizar o despreciar.


Pero la protesta sigue allí, latente, vital, nutrida por la agenda de reivindicaciones antiguas que nunca han encontrado solución en un país de promesas incumplidas, de graves desencuentros, de injusticias perpetuas. Y esa autoridad arrodillada, con la cabeza gacha y pidiendo perdón, es la imagen acabada de una cólera que no se detiene en un momento en que el oficialismo de turno cree que ha conseguido perpetrarse en el transitorio poder. La maniobra más perversa de esa torcida opción es el olvido del Congreso que nunca determinó la fecha de las nuevas elecciones.


Los líderes de esa trastada pensaron que era cuestión de tiempo, que el olvido iba a ganar y que la protesta se iba a dispersar. Pero, al parecer, se equivocaron. Porque en el mismo Puno acaba de abrirse un nuevo contingente enconado: los tenientes gobernadores informaron que radicalizarán su protesta en el sur. El alcalde que se arrodilló por reunirse con Dina Boluarte ha prometido apoyar esa iniciativa que indica que no será nada fácil para la gobernante apagar la fogata que se ha encendido en algunas partes de este país desastroso.