Escribe: Marco Antonio Panduro
Entre las calles Ricardo y Palma y Brasil, en el Malecón Tarapacá, se topa el transeúnte con una edificación en ruinas que va cayéndose inexorable –es ahora una pared tambaleante que cualquier rato se viene abajo, enchapada de viejos mosaicos y que día a día se despegan–, cuyo proceso de decadencia se aceleró en 2016 cuando un incendio la dejó prácticamente en escombros. Su nombre, la casa Strassberger, y forma parte (ya casi podemos usar el pretérito) de ese pasado que dio a la zona monumental de Iquitos su particularidad arquitectónica.
Su ocaso, no obstante, viene desde mucho tiempo antes del 2008 cuando ya había sido declarada inhabitable. Abandonada, década tras década, desde los años cuarenta del siglo pasado fue quedando en el olvido y en el descuido de sus protectores. Es la Quinta Región Militar del Ejército Peruano quien administra esta propiedad. Alega carencia de recursos, pero ante todo debe haber falta de voluntad de todas las partes involucradas, militares, autoridades regionales y municipales, y los componentes civiles, y una distracción prolongada y déficit de atención, muy típica de estas tierras.
¿Será posible recuperarla? Quizá, si comenzamos ahora, pero todo parte de la voluntad y el compromiso. ¿Lo habrá? Esa es la gran pregunta que necesita de inmediata respuesta. Porque claro, no es la única edificación que necesita recuperarse, casi reconstruir sus interiores, o remozarse, pero sí, en estos momentos la más prioritaria.
Además de la población regional que llegaba, Iquitos fue posiblemente el destino de gentes que migraron de muy lejos y quienes se hicieron ricos o al menos mejoraron su situación económica y social en comparación con el lugar de donde provenían.
«Carpent tua poma nepotes», se lee en el escudo de Iquitos, diseñado por Victor Morey Peña, máxima tomada de la IX égloga en Bucólicas de Virgilio, «Tus hijos harán tu grandeza». Más correctamente traducida, si nos remontamos a la traducción original en latín, sería, «¡Tus hijos recogerán tus frutos!». «Las cosechas cogerán tus nietos». «Frutos vendrán a recoger tus hijos». Usted escoja entre las múltiples traducciones. Quiere decir esto que el beneficio es el esfuerzo y el trabajo. El trabajo y el esfuerzo rinden un beneficio a futuro. ¡Hasta ahora pareciera que vamos en sentido contrario, que sus hijos se han empecinado en hacerla la contraria! Alguien sugeriría que en el escudo debería de leerse más bien, «¡Tus hijos harán tu bajeza!».
Jaime Vásquez Valcárcel en su última columna se pregunta, «¿por qué los caucheros (en referencia a los hermanos Barcia Boente) no dejaron algo similar en Iquitos, –en su pueblo original, en Galicia, España, habían invertido parte de su dinero en obras públicas y escuelas en su municipio natal–? ¿Por qué los descendientes de esos tres hermanos no trascendieron con una edificación destinada a la cultura?», se pregunta. «¿Por qué en Ponteareas sí y en Iquitos no?»
Quizá las líneas que siguen absuelvan parcialmente el anterior cuestionamiento. En los años del caucho Iquitos era un “país de remesa”, que es como llaman algunos, cuando tienen que agradecer a los EEUU, a España, a cualquier país del primer mundo que los ha acogido y a donde han migrado por un porvenir, pero que cuando se trata de repartir el dinero del trabajo diario este vuelve a los suyos que aguardan en su país de origen. Puede haber agradecimiento, pero también hay prioridades. Y esas prioridades es retribuir a la tierra de donde se ha salido, de donde uno se siente identificado.
Fue posiblemente Iquitos “un país de remesas” por un tiempo, pero tal como sostienen diversos científicos sociales, la identidad loretana ya estaba marcada hacia los años cuarenta del siglo pasado, lo que contraviene a los alegatos de J.C. Arana quien afirmaba que sus intervenciones en los ríos Putumayo y Caquetá eran en nombre de la identidad loretana y peruana a finales del siglo XIX e inicios del pasado siglo.
Entonces, si partimos de los años cuarenta, quizá muy poco antes, podríamos afirmar que ya éramos iquiteños, y loretanos por extensión. Desde ese entonces son contados los hitos que se han puesto como sociedad cohesionada. Entre este puñado de gestas se puede nombrar la obtención del canon petrolero a finales de los años 70 liderada por el Frente de Defensa de Loreto.
Previamente, hay que hacer la salvedad de que su principal promotor de lo que sigue a continuación fue el padre agustino Joaquín García. Este otro hito fue declarar Patrimonio de la Nación, allá, por 1986, las edificaciones de origen cauchero que con la migración venida de todos los rincones del Perú en los años 70 comenzaba a echar abajo todo cuanto pudiera, y no se salvan de estos estropicios arquitectónicos grandes entidades financieras como el Banco de Crédito del Perú que demolió la Casa Arana –¡oh, paradojas de la vida!– para poner en su lugar ese “adefesio edificio” de ahora, como le llaman algunos, el primero de los varios que “modernizaron” la Plaza de Armas de la ciudad.
Si ya era una pérdida irreparable la destrucción del teatro Alhambra devorado por voraces llamas en 1956 –¡wow, los incendios sí que tienen por aquí rol histórico!–. Lo último fue la desaparición casi mágica del edificio Municipal de antaño la década pasada, ¿para construir qué? Hasta ahora no se sabe. Queda claro que ha quedado un claro en plena zona monumental de Iquitos.
Jorge Najar, en su última visita a Iquitos comentaba que los franceses y los europeos en general eran muy dados a conservar su patrimonio. Alguien de la mesa le dijo que aquí éramos muy buenos en destruirlo.
Debe ser un brebaje que contiene ácido lisérgico, codicia de la más barata, angurria de replana, alfabetismo disfuncional, y una supina ignorancia del cual beben quienes llevan las riendas de la ciudad desde hace bastante tiempo para estar como estamos. Aunque lo anterior no exculpa al ciudadano de a pie. «Caminante, no hay camino», dice Machado, «, se hace camino al andar»
¿Qué queda entonces de la máxima que acompaña el escudo de Iquitos «Carpent tua poma nepotes», «Tus hijos harán tu grandeza»? ¿Dónde están sus hijos? ¿O es más bien que esta ciudad cría cuervos que cotidianamente desde las esferas públicas y no tan públicas le sacan los ojos a esta Iquitos ciega de un norte?