Turín es una ciudad de rincones, además de muchos museos. La cantidad de museos me parece equivalente a la cantidad de iglesias que existen en el centro histórico —en Perú nos jactamos que la ciudad de Ayacucho tiene muchas iglesias, pero Turín creo que la duplica ¿Qué hay detrás de esta cantidad de museos?, ¿Es atrapar un momento de la historia? ¿Hay un afán de registrar todo por esa tradición de la Ilustración? Recordemos que en esta ciudad discreta, a pesar de ser uno de los mayores centros del desarrollo industrial de Italia, guarda el sudario de Cristo, sí, es uno de los testimonios más vivos de la presencia de Jesucristo para los fieles católicos, pensaba mientras visitaba la iglesia donde está el sudario que este peregrinaje le encantaría a la mia mamma, ella tiene un santoral privado muy variado. No soy de visitar todas las chiese, suelo ir a algunas en los viajes. Creo que hay vida también más allá de las iglesias. Un amigo a quien fui a visitar en esta ciudad italiana me comentó en la cena, en un restaurante tradicional piedemontes, que existía el museo de Lombroso ¿Qué? Le dije. Este personaje es central en el curso de criminología, es uno de los primeros que estudia a los delincuentes desde el punto de vista positivista. Me vino a la memoria las clases de Derecho Penal y las de Criminología en mí almagrada universidad. Así que un sábado F, Armando y yo, nos enfilamos al «Museo di Antropologia criminale “Cesare Lombroso” dell´Universita di Torino». Esto todo un universo por explorar. Hay vitrales con cráneos que servían de base para las disquisiciones de Lombroso, lo anotaba todo, quizás, especulo, que ese afán de registrar es el legado positivista a la ciudad que cuanto puede lo transforma en museo. Hay mapas que indican la cantidad de suicidios, rostros en molde de personas con un membrete que citaba los delitos cometidos de estas personas. Vi una que decía corrupto ¿los corruptos tienen rostro definido? Lombroso en Perú o España le hubiera faltado tiempo retratando estos rostros. Inclusive se puede ver los utensilios que usaban estos delincuentes, todo en detalle y con apostillas. En la novela de «La guerra del fin del mundo» de Mario Vargas Llosa hay un discípulo de él en pleno sertón. En el museo conservan el posible despacho que él tenía donde se puede recrear la vida de este empecinado científico. Es un personaje curioso Cesare Lombroso, que me ha removido años universitarios y presentes.

P.D. Armando me comentó que entre los cráneos había uno que procedía de Perú, de la etnia Aimara, que para Lombroso, según sus estudios, era un delincuente nato. Pero por más chusmear no pudimos encontrarla.

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