El oscuro día del maestro
En el nutrido almanaque de celebraciones de este revuelto país, el Día del Maestro es uno de los más serios, más sólidos. Nada que ver con el gastronómico y espirituoso festejo del apreciado chicharrón, del picante cebiche, del ardoroso pisco, del crocante pollo a la brasa. Porque educar es nutrir la mente y no la panza. Nutrir de conocimiento y de sabiduría a las generaciones y no de cumbiamba y de cerveza como ocurrió hace poco en el colegio Petronila Pérea. En esta fecha magna no podemos dejar de decir que la alimentación espiritual educativa no funciona en estos lares amazónicos. Lamentablemente. Por tantas cosas deficientes que desgracian el siempre conflictivo sector educación. Como para que no queden dudas de los litigios permanentes, en la víspera de la celebración profesoral ocurrió un hecho violento y conocido.
Escribimos sobre la abrupta protesta en el colegio Silfo Alván del Castillo. Esa medida, para sacar a un director de dudosa conducta, rima perfectamente con los reclamos permanentes de los maestros, con el retraso del inicio de las clases en tantas partes del medio rural, con las carpas a la intemperie frente al local de la Drel, con la agresión física, algo que algunos niegan, a la directora Efrosina Gonzales. Todo ello rematado con los últimos lugares en compresión en los rubros de los números y las letras. Así las cosas, no hay mucho que festejar en este día. Cualquier puede celebrar, desde luego, esas 24 horas, desde la mañana hasta la madrugada. Pero divirtiéndose no se arreglan las cosas. Nunca.
El oscuro día del maestro, sueldos bajos, maltratos de tantas partes, manipulaciones de unos y otros, disturbios a cada rato, conflictos por esto y lo otro, no puede seguir siendo el centro de la defectuosa educación. Algo hay que hacer para romper esa inercia reiterada. Se debería implantar una mesa de conversación y concertación, entre tantos actores involucrados en la educación, padres y madres de familia incluidos, para buscar una salida al drama de siempre.