En pleno estío leía «Un instante de silencio en el paredón. El holocausto como cultura» de Imre Kertész, quien fue Premio Nobel de Literatura en 2002. El texto es una selección y compilación de ensayos del Nobel húngaro. Después de la lectura uno sale remecido, con muchas más preguntas de las que tenía. La pregunta de T. H. Adorno de que sí se puede escribir poesía después de Auschwitz es lo que merodea sus reflexiones. Por ejemplo, dice el escritor húngaro: «Auschwitz no es en absoluto el asunto privado de los judíos esparcidos por el mundo, sino un acontecimiento traumático de la civilización occidental», razón no le falta a Kertész. Lo dicho por Adorno planteó una seria discusión a la escritura que se pespunteaba en Alemania de la posguerra. Auschwitz fue un acontecimiento inhumano en que todavía se sigue reflexionando, para unos cuantos lo sucedido allí se vive de manera diferente, por ejemplo, cada día nos hacemos indiferentes a las muertes – la pandemia demostró que las muertes son simples dígitos manejados por los políticos. Llevando lo planteado por Kertész para la floresta, en la época del caucho, cuando la lógica extractivista asesinara a miles de indígenas para conseguir el ansiado recurso natural, desgraciadamente, en Perú y en la Amazonía, hubo y hay poca reflexión sobre esas muertes; el Putumayo fue una experiencia tan traumática que todavía resuena. Las ciencias sociales como el derecho, la antropología, la filosofía entre otras, y las ciencias exactas como la biología, la ingeniería forestal, para ellas, esas muertes ocurridas en el Putumayo es como si no hubieran ocurrido ¿Qué es lo que pasó?, ¿Se apagó la luz?, trayendo a Adorno a la Amazonía nos preguntaríamos ¿Se puede escribir después del Putumayo? El mismo Kertész nos ayuda cuando dice: «Después de Auschwitz ya pueden escribirse versos sobre Auschwitz». El poeta Percy Vílchez lo percibe claramente como el premio Nobel húngaro cuando señala en «Mural de las aguas»:
¿cómo describo este paisaje tan verde
sin las hojas secas del Putumayo?