Un día otoñal, muy temprano, el frío va entrando poco a poco en nuestras vidas y en la calle, antes de una entrevista, tenía unos diez minutos, me fui paseando por la calzada de un centro cultural a cargo del Ayuntamiento de Madrid cuyo nombre es el Matadero, a pesar de su nombre siniestro ahora es un espacio dedicado al arte: hay muestras de cine, audiovisuales, pintura y un largo etcétera. Goza de un buen ambiente aunque siempre detrás hay una pugna por su gestión y modelo, sea un gobierno de derechas o de izquierdas en el timón del Ayuntamiento, pero al margen de estos líos este espacio sigue funcionando y enfatizando temas según el color político. Allí hubo una muestra sobre la Amazonía peruana, por ejemplo, donde se pudo advertir algunos discursos presentes aunque también adolecía de ciertas omisiones, pero que gustó mucho al público que ignoraba sobre ese lugar geográfico en Perú. Uno va caminando entre las antiguas naves que eran destinadas para sacrificar el ganado y las aves, claro, y se imagina mil imágenes dantescas del día a día en ese lugar. Para más inri, al lado de sus frontis se puede leer: Degüello de cerdos/ degüello de ganado lanar/ degüello de…pero alrededor está montado todo un espacio cultural. La memoria que fue un lugar de sacrificio animal se cuela sin querer y en diferentes direcciones. A unos metros de la tienda de mis padres había un matadero en Isla Grande, conocido como el Camal, recuerdo los gritos desesperados de los animales ante el verduguillo de los matarifes, te dejaba paralizado por unos segundos. Cuando leía esos letreros que indicaban el lugar del degüello del ganado mi recuerdo se disparó a una conferencia que dio J. M. Coetzee en Madrid, donde él leía un cuento en que en una ciudad había un matadero acristalado para que las personas pudieran ver la crueldad hacia los animales, aquí el antiguo matadero ha dado paso a un espacio de arte ¿este lugar de muerte de seres vivientes se podrá reconciliar con la vida?

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