Estimado lector de la columna “Palo de Vidente”, hoy martes al igual que la semana pasada, permítanme volverles a compartir un “ensayo literario”. Esta vez abordo un tema controvertido y hasta tabú, ya que escribo sin tapujos una historia sobre el famoso “ménage è trois”. Imagino que según sus propios prejuicios le darán una óptica diferente, muchas veces impuesta por la sociedad o la religión. Pero ya saben, un ensayo literario es imaginación puesta a volar y en algunos casos como este, desafiar lo socialmente correcto. Espero sea de su agrado, ahí les va:

Tengo un amigo que se llama Diego y otro que se llama Eduardo. Diego siempre a querido ser como Eduardo. No me refiero precisamente a llamarse Eduardo. Eduardo es muy amigo de Diego. Yo diría que Diego lo considera su mejor amigo – a la inversa no podría afirmar que la estimación es la misma – Rossana es la esposa de Diego. Ella lo quiere mucho y se acuesta con Eduardo. El es alto, apuesto, inteligente, seguro de si mismo, y un ágil bailarín. También practica mucho deporte, y por ende tiene un cuerpo atlético. Cocina para las mujeres. Luego se las almuerza. Yo diría que Rossana es su plato predilecto. El deseo de convertir en realidad estas fantasías y proponer llevarlo a cabo, aunque no lo crean, fue de Diego. Rossana al principio le pareció ridículo y hasta impropio, se opuso rotundamente! pero con el tiempo ese mismo deseo y la curiosidad pudo más, e hizo que decidiera aceptar la propuesta de su esposo; pero anteponiendo sus términos y condiciones.

Que mantendría su monogamia! Es decir, Rossana mantiene una relación semiabierta o también conocida como “monogamish híbrida», lo que significa que ella es monógama; porque al aceptar la propuesta, dejó claro que solamente Eduardo está permitido a tener relaciones íntimas con ella, sin limitaciones de ningún tipo y con la frecuencia o en la manera, que decida Rossana; pero en la cual no puede participar Diego. A Rossana esta situación le produce una sensación de libertad personal y la posibilidad de aprender a vivir toda la experiencia amorosa que Eduardo le puede enseñar, porque es la forma como le gusta a Diego; quien por su parte, es muy generoso y antepone el disfrute de Rossana al egoísmo de quererla solo para él. Y así previene cualquier tipo de celos que podría acarrear los coqueteos de Rossana con Eduardo al ser consentidos por él. De esta manera siempre se mantiene el respeto por la individualidad de Diego, además nunca podrá decirse que Rossana es infiel manteniendo una relación consentida con el pícaro y lujurioso de Eduardo.

Algún desprevenido podría pensar que Rossana traiciona a Diego; nada más lejos. Diego siempre quizo ser Eduardo, pero él no quiere vivir cruzado de brazos. Y ensaya bastante no ser Diego. Mientras tanto, está aprendiendo a ser un diestro bailarín de varios estilos musicales, va al Gym y se saca la mugre tratando de fortalecer su cuerpo. Esta relación abierta, se cocinó a fuego lento para no dañar la estabilidad de la pareja entre Diego y Rossana. Ambos se vieron tentados por el gusto de la sal y la pimienta de esta aventura consentida e involucrar a Eduardo, claro que ella requirió una fuerte autoestima y seguridad de parte de Diego en su relación con Rossana. Y ahora llevan una relación sin secretos ni mentiras. Rossana no tiene que inventar una reunión de última hora en el trabajo para estar con Eduardo. Porque mantiene una relación abierta con Diego, ambos acordaron que podía tener una relación “solo y exclusivamente” con Eduardo.

Diego y Rossana tienen un proyecto de vida más o menos claro: vivir juntos, tener hijos, etc, etc; y sienten que su relación de pareja es lo más importante, la que estructura su vida afectiva, donde reside el amor con mayúsculas. Se cuidan afectiva y materialmente. Pero Rossana puede y debe disfrutar por ahora de una relación plena y total con Eduardo. A los dos amigos les resulta sorprendentemente acertada esta elección, ya que están por cumplir tres años en esta situación. Diego cree firmemente que su mujer lo adora. Y es tanta su adoración que la pobre se acuesta con Eduardo. Con el hombre que Diego quiere ser. Entre los gruesos brazos de Eduardo. Rossana aguarda desde hace años con los brazos abiertos a Diego, y ella como mujer se siente vanidosamente más atractiva, más sensual y orgullosa de gozar a dos hombres en distinta forma.

Es cierto que para algunos de mis lectores, les puede parecer una historia un poco “movida» con algunos excesos, pero deben tener en cuenta que en esta relación abierta y pactada existe una especie de deslumbramiento y pérdida de inocencia de parte de Diego. Quien trabaja mucho para parecerse a Eduardo. A Diego le colma de gozo tanta paciencia. Ojalá su esmero este a la altura de las esperanzas de Rossana y algún día cercano les llegue el momento. Ese momento de amor inquebrantable que ella tanto ha preparado, engañando a Eduardo, acostumbrándose a su cuerpo, a su carácter y sus gustos, para poder estar lo más cómoda y feliz posible cuando Diego sea como Eduardo. Y lo tengan que dejar solo.