Es imposible caminar a estas alturas por las calles de Iquitos. En cada lugar, en cada rincón, en cada milímetro, de esas arterias de cemento o tierra hay clavados innumerables, infinitas tachuelas. Es como si todo el territorio de la urbe hubiera sido tapizada por esos clavos pequeños y afilados que causan grandes males a la hora de la verdad. Todo comenzó cuando un grupo de parchadores de llantas aprovechó una paralización normal en la urbe oriental para regar las tachuelas y así causar grandes males en las llantas de los diferentes vehículos. Era una manera de hacer que los propietarios tuvieran accidentes repentinos y pagaran lo suyo por una parchada eventual. La situación se complicó cuando las tachuelas siguieron apareciendo después de la huelga. Nadie sabía la hora en que eran puestas y regadas esos clavos y así cada calle, cada arteria, fue poblándose de esas tachuelas.
En poco tiempo las tachuelas se convirtieron en el obstáculo más notorio que impedía el simple caminar. El tráfico vehicular tuvo que interrumpirse y así la ciudad quedó paralizada. En vano las autoridades enviaron cuadrillas contratadas a limpiar las calles, porque pese a la labor las tachuelas aumentaban como una plaga o una peste. De esa manera la ciudad vacía, sin transeúntes y sin vehículos, fue declarada en emergencia. Después de mucho tiempo, las autoridades de Lima imaginaron un puente aéreo que cada día transporta a la gente al trabajo, a la compra o a la diversión. El servicio es gratuito y así las gentes evitan las pistas y las calles y se desplazaban en unas avionetas veloces que hacen línea como si fueran microbuses alados. El cielo iquiteño, a toda hora, es recorrido por esas unidades que tejen una impresionante red de trasporte. Toda la ciudad ha cambiado y el avión es el motocarro de hoy y así la vida continúa en esa urbe tomada por las terribles tachuelas. Pero las cosas no son tan simples.
Porque hay los rumores de que el gobierno gasta demasiado manteniendo a los aviones diarios y busca una manera de inventar otro medio de transporte más barato para movilizar a la gente. Los rumores son cada vez más insistentes y dicen que la única salida es abandonar esa ciudad pervertida por las tachuelas y buscar otro terreno para trasladar a la gente. Así Iquitos podría acabar asentándose cerca de la frontera donde su destino será convertirse en un poblado lejano y nunca atendido por nadie.