Antes de venir a Madrid mientras leía obras traducidas en algunos pasajes de las novelas me quedaba “fuera de lugar”, había palabras que ignoraba y que eran palabras usuales aquí en este lado de la península. Más puesto en contexto y después de casi veinte años por estas calles entiendo muchas de las palabras o dichos que suelen aparecer en las novelas. Muchas veces, suelo preguntar a F y me dice los sinónimos o me pone en contexto. Aunque también me dice que muchas de esas palabras ya no se usan coloquialmente y que trazando una línea del tiempo correspondería a la época de Mila, su madre. Así me pasó con la palabra remanguillé que tuve que apelar al diccionario, pero que aquí sonaba a una forma de hablar del pasado. Como me pasa a mí que muchos de los peruanismos que uso tienen un contexto de mi momento, ya no la que usan mis sobrinos. Las traducciones no son tareas fáciles, alguien refunfuñaba que las traducciones estaban realizadas por personas improvisadas, que no respetaban el texto. Sumando a esta ola de traducciones, en los aviones te dan a escoger si quieres escuchar el español de la península o de América como sí todos los latinoamericanos habláramos igual- en eso el inglés es más inteligente y estratégico; aunque se enjuaguen la boca en decir que el castellano es muy rico. Recuerdo que en una entrevista al escritor y crítico Ricardo Piglia sugería que debería haber una suerte de consenso sobre las palabras usadas al momento de traducir para que el lector o lectora pudieran acceder más fácilmente a la obra. Es muy frecuente que los traductores lo hagan con las palabras que se usan cotidianamente en su propio país. Mola mazo. Mamando gallo. Mogollón. Mambear. Fetén. Potolomo. Un gran experimento de esa traducción es la novela “El pájaro carpintero” para citar una novela actual. El traductor se tuvo que emplear a fondo para traducir el lenguaje coloquial en que estaba escrita y el resultado ha sido satisfactorio. La traducción es una tarea hercúlea. Un novelista agradecía su éxito en el público al ser traducido a otros idiomas a su traductor. Mientras tanto el traductor sí aguza su inteligencia puede hacer que la obra se entienda sin problemas desde México hasta la Patagonia si no la traducción sigue siendo un terreno a la remanguillé.

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