ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel
La Mona, en su momento, desde sus primeros meses fue un campo de innovación, de retos, de mejorar para que el cliente se sienta satisfecho. Fue una idea emprendedora de dos mujeres emprendedoras, ahí está el detalle, ahí está el éxito, ahí está lo que tienen que mostrar, lo que tienen que exhibir, ahí está la redundancia. El emprendedurismo provinciano que no por serlo es menos importante que el exhibido en otras ciudades amazónicas y en la capital de la República.
La Mona Cafetería ha cumplido tres años de fundación y es motivo para celebrarlo. Para ello hay que conversar con la propietaria Hellen Figueroa, quien junto con Rossana Loyola emprendió esta apuesta en diciembre del 2015. Chanita, para sus conocidos y familiares, fue a radicar a Islas Canarias porque en el camino se encontró con un proyecto mayor, que no es motivo ni mueve este artículo.
La Mona tiene un valor agregado que se nota desde que uno ingresa al local de la cuadra seis de la calle Nauta en Iquitos. Con la magia de Google maps no es difícil encontrarlo y llegar hasta la puerta y una vez adentro uno siente la magia.
Ese valor agregado no sería nada sin la permanente innovación. Que va de la mano del concepto emprendido. Que las cafeterías no son para tomar café. El café es el pretexto, siempre. Ese concepto no es exclusividad de La Mona sino que paralelamente otros lugares también han apelado a ese cambio en el cliente que no necesariamente toma café al vuelo sino que encuentra un lugar de esparcimiento, relajo y conversación. Y a veces en la conversa, en el diálogo sobre lo que es nuestra ciudad y lo que pudo ser, el café termina siendo más dulce que la realidad.
La Mona tendrá que ser considerada como parte del boom del café, pero no un boom cualquiera, extractivista en la selva, sino en la cafetería y el encuentro de un lugar donde el usuario/cliente se traslada a otras épocas. Ahí te relacionas con la lectura, rindes culto a la conversación entre amigos y familiares. Y los que puedan llegar.
Ahí está el concepto, la idea de dónde se toma café. La Mona ha roto un gran mito que recorría Iquitos: que en ciudades calurosas no se puede tomar bebidas calientes. Falso, porque como bien dicen Hellen Figueroa, es un mito ya roto en la capital loretana. El café no es necesariamente una bebida refrescante sino energizante, añade ella mientras nos habla de lo que fue y será el lugar. “Hoy se toma café en busca de energía, pero en torno al café hay los bocaditos, las hamburguesas, los refrescos de frutas naturales”. Eso que llama cambiar el concepto.
Junto con esos detalles está el concepto particular, especial de La Mona. Este lugar acogedor no sería nada si es que no hubiera partido desde el inicio de sus actividades con el concepto claro, es decir: qué deseo brindar a los clientes y cómo lo brindo. Lo que los planificadores llaman misión y visión. Y a eso llegaron Hellen y Chana luego de varias horas de charla, ideas, locuras, mixturas, bravuras.
Han pasado tres años desde que en diciembre del 2015 la sexta cuadra de la calle Nauta se convirtiera en el lugar de encuentro, de tertulia, de las mañanas de desayuno, las tardes de fraps o las noches de cena. La Mona ha permanecido siempre pensando en el cliente, en el servicio. ¿Cuál es el secreto?. Hellen nos responde: “La renovación constante, en enero por ejemplo vamos a renovar la carta, respetando lo que ya es tradición nuestra y añadiendo potajes que primero lo degustamos y luego damos su aprobación”. Claro, porque el paladar es el que manda.
Pero no sólo es la comida, la bebida también. El licor amargo llega para endulzar la vida. Y si es cerveza artesanal, mucho mejor. La Mona fue pionera en la introducción de la cerveza artesanal. No cualquier cerveza, no un comprar y vender, sino que encargó la producción de su propia chela, con su marca, con su logo, con su monito ahí saltando en un pie. Sabor singular y color auténtico. “La gente ya sabe que tiene acá una cerveza diferente, que es para conversar, brindar y que siendo más cara que las marcas conocidas es la preferida, en eso también nos distinguimos”, alcanza a decir la simpática Hellen. Ahí están en la nevera “La Mona”, “Iquito” como testimonio de esa afirmación.
Tampoco se crea que todo ha sido un jardín de rosas. Está bien que el ambiente esté lleno de flores. Pero las espinas han estado rondando por ahí, no la hierba mala ¿o sí?. Ha prevalecido, sin embargo, el camino empresarial y emprendedor de sus creadoras. Hubo obstáculos, hay obstáculos. Claro, el problema no es que existan esas piedras em el camino sino que se tenga la capacidad de superarlos, sortearlos. “El abastecimiento de productos es un constante dolor de cabeza, porque cambian de precio de acuerdo a la temporada y no se puede cambiar el costo del producto final que ofrecemos a los clientes”, conversa la señorita Figueroa.
No hay duda que el servicio ha mejorado en Iquitos. El cliente es más exigente. La taza, la cucharita, el envase, la galletita como obsequio en el café, la ración, el precio. Todo ello ha cambiado, para mejor. Y en eso también se compite. La competencia no es vista como un motivo para pugnas y disputas belicosas sino para superarse, para ganar en buena lid, para estar pendiente de la innovación. A la competencia hay que tomarla en cuenta, no para destruirla sino para superarla, superarse. Casi una doctrina, se diría.
En estos 36 meses con todas sus horas y minutos, como recordando a Joaquín Sabina, se ha renovado la carta, rediseñado los ambientes. Por eso tiene un valor agregado. Uno llega a La Mona y se traslada a la época del caucho, las fotografías de sus paredes dan una sensación que Iquitos fue diferente, que se apelaba a la elegancia en el vestir y en el comer. La Mona, en su momento, desde sus primeros meses fue un campo de innovación, de retos, de mejorar para que el cliente se sienta satisfecho. Fue una idea emprendedora de dos mujeres emprendedoras, ahí está el detalle, ahí está el éxito, ahí está lo que tienen que mostrar, lo que tienen que exhibir, ahí está la redundancia. El emprendedurismo provinciano que no por serlo es menos importante que el exhibido en otras ciudades amazónicas y en la capital de la República.
La Mona Cafetería, ha sobrevivido en esta selva de cemento, en esta jauría donde a veces se cree que la superación está en no permitir la superación de los demás. La Mona ha cumplido tres años y junto con otros lugares, ha contribuido a hacer del café un motivo para la charla, la reunión. En medio de esta selva donde se ha alzado, es también un ejemplo de cómo se emprende un negocio desde la idea, desde el concepto, hasta que se concreta y se queda para siempre.