Alejandra Schindler, la liquidadora
Como una notaria del desastre es el papel que actualmente cumple la ciudadana Alejandra Schindler. Ella tiene que ejecutar los últimos movimientos de una importante institución cultural. El CETA cierra sus puertas, deja de hacer lo que hizo durante muchos años. Es decir, deja un vacío que será muy difícil de llenar. Y la ciudadana Alejandra Schindler tiene que liquidar todo. Tiene que ser la testigo del fin de toda una época. Y tiene que mostrar entereza a la hora de la verdad y cumplir con su cometido, esperando tal vez algún milagro que en algún momento levante otro proyecto cultural.
No es habitual que una dama confiese ante cámaras que ha llorado. Pues eso ha confiado a los televidentes de Pro & Contra TV la señorita Alejandra Schindler la noche del miércoles en Iquitos cuando recordó el momento que se decidió la liquidación del CETA y le vino a la memoria todo lo que esa institución representa. Ella dice que ha sido una forma de botar el stress de los últimos meses. Últimos cinco años, se añadiría.
Alejandra, como ninguna de todas las que pasaron por el CETA, desde 1974 acompaña al padre Joaquín García Sánchez en el Centro de Estudios Teológicos de la Amazonía Peruana, que el padre agustino fundó en febrero de 1972 junto a Monseñor Gabino Peral de la Torre. Soplaban vientos renovadores en la Iglesia Latinoamericana y esa corriente tenía que llegar a Iquitos. Como así sucedió. Y así comenzó esa aventura que tuvo la inicial pretensión de acompañar al poblador en sus manifestaciones culturales y la difusión de la memoria histórica. Pero, ya se ve, nada dura para siempre.
Y eso lo sabe muy bien Alejandra. Así que, para decidir la salida de circulación del semanario Kanatari, no le quedó más remedio que hacerlo en su ausencia del principal promotor de esa publicación, el mismo Joaquín quien se encontraba en España solucionando los problemas de salud. Claro, lo hizo con conocimiento y la tácita autorización del Obispo Miguel Olaortua. Y eso porque ya el bolsillo no daba para más. “Todo era más voluntad que remuneración”, dice Alejandra mientras narra cómo tuvo que pedir a las pocas personas que auspiciaban la publicación que no quiten los 100 soles mensuales que aportaban. “Den por lo menos 80”, les imploró a los tres y aceptaron. Pero era por un año más. Y llegó el final. Lo que le afectó muchísimo no fue tanto la suspensión de la publicación sino la visita de los de siempre que se acercaron al enterarse que llegó Joaquín para decirle que tenía que regresar “Kanatari”, digitalizado y todo. “Todo proyecto se hace con plata”. Las placas, las resmas de papel y tinta genera un gasto y ya estábamos al punto de la locura, dice. Y encontró en los estragos del incendio que se produjo en la cuadra tres de la calle Putumayo en julio del año pasado el motivo perfecto para pedir a Monseñor Olaortua que cierre la publicación. “Alejandra si no se puede, no se puede, tú decides”. Y ella decidió que el número 1714 fuera el último.
Todos los proyectos que el CETA ha emprendido se tuvieron que cerrar por falta de financiamiento. No hay forma de hacer cosas mendigando, siempre. Lo de Yrapay debe recibir especial atención de Monseñor Miguel Olaortua. Porque ese centro fue pensado desde la donación de la infraestructura en un lugar donde se adiestre a los niños en todas las artes posibles. No son pocos los niños que se han convertido en adolescentes aprendiendo a leer música, familiarizarse con el pentagrama. Y eso queda para siempre. Ahí están los nuevos ciudadanos. Pero era irresistible. Hoy mismo tienen como inquilinos a personas jurídicas que no hacen honor al motivo de la donación, es decir que se dediquen a la cultura. Como Yrapay ya está bajo la administración del Vicariato Apostólico de Iquitos y será el Obispo quien tome el mejor camino.
Por eso Alejandra es cauta en sus apreciaciones. “Hay que esperar que Monseñor Miguel Olaortua regrese y converse con nosotros. Él es maestro, educador y con esa formación no creo que va permitir que se cierre la Biblioteca Amazónica. Aunque para los citadinos la biblioteca no represente nada porque no están habituados a concurrir a sus instalaciones hay que ver que para los investigadores nacionales y extranjeros es un lugar de consulta necesaria que, además de no haberse cerrado, tiene como principal apoyo los tres mil soles que aporta la Universidad Científica del Perú. ¿Alguna otra institución se apunta? Muy difícil.
Cuando le preguntamos a Schindler sobre Martín Reátegui y lo que provocó con su post la molestia se transforma en ira. Alejandra cree que escribió esas palabras porque se dejó llevar por las emociones. Se confiesa amiga de Martín Reátegui y llegó hasta la rabia al leer lo que se difundió en redes. Más le molestó, como en el caso del cierre de Kanatari, los mismos de siempre prometiendo apoyo que nunca llega, desde el sector privado y público, desde la comodidad de un café o desde la insensibilidad de un escritorio estatal. La Biblioteca está atendiendo, el CETA está abierto. Es verdad que llegará el momento que las condiciones en que funciona actualmente cambien. Es la sucesión necesaria y la transferencia. No hay porque alarmarse por la liquidación, lo que debe llamar a la alerta es la falta de apoyo para proyectos culturales, señala.
Estos han sido días para Joaquín García, aunque según Alejandra él aparenta que todo está en calma pero la procesión va por dentro. Porque esta liquidación del CETA es un velorio antiguo. Ahí están Coro Polifónico, Omagua, Shupihui, festivales. Todos ellos pensados en un cerebro excepcional que, sin embargo, no creó las condiciones necesarias para que se de una sucesión exigida por los propios objetivos. Por eso le lanzamos la pregunta:
¿Fue un descuido del CETA no preparar gente que se encargue de la continuidad de los proyectos? Ante esta interrogante Schindler recuerda que cuando salió de la Biblioteca para pasar a administrar el CETA lo que siempre fue una dificultad la ausencia de personas que amen el trabajo con los libros, con la cultura. Lo que han hecho, por ejemplo, con las obras de Saramago es un crimen. Se robaron las obras del portugués que en 1998 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura, dejaron en su reemplazo biblias de los mormones. Con esos detalles se tiene que lidiar. Es decir, no sólo la depresión porque la gente no tiene costumbre de leer sino que los que visitan “le mejor biblioteca sobre Amazonía” se roban los libros de los Nobel.
Joaquín García Sánchez y Maximino Cerezo han sido mis dos grandes maestros de toda la vida, en ese orden. Uno aprende más leyendo y eso me enseñó Joaquín con toda su inteligencia. Me quedaba sorprendida por la inteligencia y cómo recordaba fechas al escribir los artículos y lo que me enseñó con el ejemplo fue el amor a la lectura. Lo más lindo que me ha dado el CETA es conocer a toda la gente que ha pasado por esta institución, como visitantes y trabajadores. Si me quedaba como maestra no hubiera aprendido tanto.
¿Has combinado tu soltería con el amor a los libros?, le preguntamos en la parte final de la entrevista y ella recuerda una anécdota con un oficial del Ejército durante el traslado de libros y el militar al verla tan empeñosa le soltó esta pregunta: ¿Usted es soltera? Ella sonrío y le respondió con otra pregunta: ¿Por qué me pregunta eso? “Es que tengo una hermana bibliotecaria y se quedó soltera por su amor a los libros”. Ya como para terminar la conversación le lanzamos ¿Nunca has encontrado a la persona adecuada para el amor?, le insisto y ella con una coquetería mezclada con galantería contesta: “Eso será materia de otra entrevista o mejor que te digan otros”.
Así, hemos comenzado hablando de llanto y terminamos dialogando sobre el amor. Todo en torno al CETA.