Entre las turbias y sucias porquerías que mancillan el cercano lago Morona se debería celebrar el Día Mundial del Agua. Entre tanto desperdicio, tanta basura acumulada, tanta porquería que diariamente arrojan los varios colectores de esta ciudad, se debería hablar sobre las gangas y bondades del líquido elemento. Allí, en medio de peces envenenados, de botellas flotantes, de plásticos indestructibles, de hongos peligrosos, de musgos resbalosos, de huamas descoloridas, de putuputus que crecen con raquitismo, se podría vociferar sobre que el agua es vida.
En una canoa que avanza con dificultad sobre esas pobres aguas que están muriendo ante la vista y paciencia de tanto experto en el agua, se podría hablar maravillas de las dos moléculas de hidrógeno y de oxigeno. Pero también se podría hablar sobre el agua de lluvia, el agua potable, el agua oxigenada, el agua de azar y hasta del aguardiente. Se podría hacer tantos discursos sobre los peligros del desperdicio del agua. Pero no sería nada serio. Porque, cerca, ante nuestras narices, dentro de nuestra triste conciencia, está lo que pensamos y hacemos con ese patrimonio natural, con ese don del cielo.
El lago Morona, tan cerca de cualquiera, tan presente a toda hora, es nuestro desastre colectivo y fluvial, nuestra contribución voluntaria y mayor al deterioro del medio ambiente. En el Día Mundial del Agua, nos sale al paso como una acusación, una herida que late. Y enturbia la fiesta de esa fecha fundamental para la vida del planeta. Los discursos, las declaraciones, los brindis, los gastos para que ese día no pase desapercibido, no pueden ser sedantes para que el olvido se instale en las memorias. La tarea queda después de la fiesta. ¿Qué pasará con ese lago el próximo año, cuando se vuelva a celebrar ese día?
Son cosas como esta las que me llevan a preguntar: Para que sirven nuestras autoridades?, porque tanta decidia, acaso no recuerdan sus ofrecimientos electorales?. Debemos cuidar y proteger el medio ambiente si queremos incentivar el turismo, y no solo por eso, sino que nosotros mismos los loretanos
nos merecemos una vida digna, libre de contaminacion, en ambientes placenteros y saludables. En otras partes del mundo, se construyen lagos artificiales que hermosean el paisaje, pero nosotros, somos tan descuidados, por no decir estupidos, que no respetamos este regalo de Dios. Al nuevo alcalde le digo que, no se necesita viajar mucho para darse cuenta del atraso social y cultural en que vivimos.
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