Hace unos días llegué a Barcelona y al día siguiente se jugaba el clásico del futbol español – Barcelona vs. Real Madrid – pero como no tenía los euros suficientes para ir al estadio, salí con mi compañero de la maestría a un bar para ver el partido cómodamente con una cerveza en la mano – pasando por alto que el piso que arrendamos no contaba con cable – fue así que llegamos a un bar lleno de hinchas del Barza con polos amarillos con rayas rojas y advertimos que no hablaban español, esa fue la primera vez que escuché el idioma catalán. Cada gol del Barza lo teníamos que gritar casi como si fuera gol de la selección – ya que a mí no me importa ningún otro equipo – los catalanes gritaban e incluso cuando entró un pakistaní a ofrecer flores, lo callaron diciendo; “Tío, flores no, acá flores no, no se habla en castellano”
Posteriormente, ya comencé a acostumbrarme a escuchar diálogos, a diario y en todo lugar, en catalán, como primera impresión puedo decir que es un idioma muy parecido al francés con palabras en español como si las mismas estuvieran cortadas. Siempre escuché que los catalanes eran otra nación dentro de España y es cierto, luego de escuchar conversaciones en catalán y ver muchas banderas de “Catalunya libre” en los balcones suscribo esa afirmación.
En contraste con este nacionalismo apasionado catalán, en una de mis clases durante esta pasantía conversamos sobre el crecimiento vivido por Barcelona como cuidad anfitriona de los juegos olímpicos de 1992, donde el municipio mediante un plan estratégico organizó en unos meses la viabilidad de los referidos juegos olímpicos, con impulso y apuesta por las asociaciones público-privadas con el debido control y supervisión de las mismas, con la confianza de su población por el crecimiento urbano y ordenado de la ciudad.
En el análisis y evaluación del referido plan, se advirtió que como un punto facilitador para la implementación de dicho plan fue que Barcelona como una Comunidad Autonómica como muchas en España tiene autonomía en su poder sobre las decisiones, lo que facilita la respuesta antes los diferentes sucesos que puedan acontecer.
Conforme a ello, abstrayendo mi pensamiento a mi amado Iquitos, me puse a pensar ¿qué pasaría si nuestra ciudad fue sede de algún evento tan magno e importante?, ¿cuál sería el accionar de nuestros gestores, de nuestras autoridades y sobre todo cual sería el accionar de la población?, ¿Confiaríamos en que nuestros gestores y autoridades podrían llevar a cabo las gestiones y diligencias necesarias para la preparación de nuestra ciudad?
Desde pequeño mis padres me enseñaron a amar mi tierra, y la pasión de los catalanes por su Cataluña es conmovedor, pues me siento identificado por ese amor que siento hacia mi maravillosa tierra, pero me causa mucho pesar saber que nuestras autoridades no estarían a la altura para afrontar situaciones de esa magnitud pese a que quizá tengan el presupuesto y nuestra población es indiferente, pese a que frente a los ojos de los turistas la ciudad está abandonada, con pistas en mal estado, plazas a medio hacer y con la criminalidad en ascenso. En Barcelona no hay delitos violentos, salvo hurtos menores, pero jamás asaltos y no se ven policías en cada esquina. Meditemos que queremos para nuestra ciudad, si la respuesta es cambio, pues la solución está en casa, empecemos por cambiar la indiferencia y exigir lo mejor para nuestra comunidad a quienes elegimos como autoridades.
Miguel Angel Rojas Rios
Abogado
Maestrando en Gobierno y Políticas Publicas
rojasr.miguel@pucp.edu.pe