Mientras trataba de impulsar aspectos de Derecho ambiental en la floresta que costaba mucho por los codazos y recelos que recibía fui a un curso en el Distrito Federal, hoy conocido como Ciudad de México. Llegué de noche luego de un largo vuelo por distintas ciudades de América indígena. El compañero de viaje, un amable señor chileno con gran sentido del humor que iba a Miami, me decía que me había subido en el lechero porque el vuelo se detenía en muchos lugares. Así me sumergí a la tierra de la gran cultura azteca y suelo donde yace Ofelia Montesco, gran actriz amazónica. Luego de unos días y de ubicarme en una pensión a cargo de un costarricense iba pulseando la ciudad. Compartía habitación con dos patas: un colombiano y un ecuatoriano. Así preguntando me recomendaron la librería Gandhi. Fue un gran descubrimiento. Muchas veces después de clases o gran parte del sábado iba a esa librería. Sus estantes llenos de libros eran una gran motivación, por esos tiempos estaba tras la pista de Carlos Fuentes. Me interesaba como metabolizaba los mitos con las historias que se contaban en la novela. “Aura” es una gran muestra de ello. Me deslumbró esa novela corta. Otro autor que buscaba en esos tiempos era Severo Sarduy, escritor cubano. Pero no solo era Gandhi como librería también había mercadillos donde podía husmear libros, era un contexto muy favorable para la lectura. En cada incursión que hacíamos por alrededores de Ciudad de México buscaba una librería y casi siempre la encontraba. El viaje con el olor a folios se hace mucho más divertido.

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