La reciente muerte de Humberto Vela Meléndez, luego de una penosa enfermedad, cuándo ni siquiera superábamos el golpe por el deceso de Charly Najar. Y cuando el susto nos volvía por lo ocurrido con Moisés Panduro, que felizmente está recuperándose de a pocos. Si a estos casos locales le sumamos lo de Daniel Peredo y hace unos días el fallecimiento del maestro Efraín Trelles. Pues son situaciones que nos tienen que llevar a poner las barbas en remojo a los que estamos vinculados a medios de comunicación. Por las características de este trabajo hace que uno viva en alerta permanente las 24 horas del día, los 365 días de cada año. Pasado los 40 es como para tener mayor cuidado sin que eso quite preocupación a los de menos edad, sino vean el tremendo susto que pasó el exgordo David Gonzales hace un par de meses. Por lo tanto, a tomar las cosas con mayor precaución, coleguitas.
En lo personal, como ya saben, desde la quincena de febrero he decidido hacer un alto y alejarme de los medios en los que venía laborando en radio, TV y periódico. Solo no dejé de escribir mi columna para no perder la costumbre y así estar en forma. Pero entre otros asuntos familiares esa fue una de las razones. Estaba estresado, cansado, sufría de insomnio, por días no podía dormir. Me afectó los nervios. Es decir, tuve que pisar el freno. Pararme a un costado de la carretera, bajarme. Y ver como los demás deciden ir a mil por hora, impetuosos. Haciendo hasta lo imposible para hacerse notar y que la noticia gire en torno a ellos. Que se saquen los ojos entre ellos. Que por la primicia y el puto rating les haga perder las formas, estilo y calidad periodística. Era poder ver como muchos se alucinan Leonardo DiCaprio en todo lo alto de la proa del Titanic, sintiéndose los reyes del mundo cuando aún ni remar sobre una canoa han aprendido. Estoy out. Me fui en silencio. Me quité los audífonos del oído, miro películas, escribo mil cosas menos noticias, camino mucho y me paseo por los parques extensos, hermosos y llenos de árboles que hay en esta agitada Lima. Miro el mar desde el malecón. Barranco, Miraflores me dan ese privilegio por horas de horas.
Dejé la mochila con mis preocupaciones en mi casa de Iquitos y me vine solo con un par de mudas. Total, decidí vestirme en esta temporada de fe y esperanza. De relajo, de meditar, de mentalizarme que primero debe estar mi salud, mi tranquilidad. Cuerpo, alma y mente en proceso de afinamiento. En paz. Sereno. Relax a full. Sin visitas y sin visitar. Estoy en nivel egoísta. Estos días son míos al cien por ciento. Mi mujer y mi hija son mis perfectas cómplices en esta travesía en pro de la salud mental. Ojo, un 80 por ciento de peruanos sufrimos de estrés, según reciente estudio de la Universidad Católica.
Por eso, finalmente, me animo a dar un consejo o recomendación o soplada al oído a mis compañeros periodistas -aunque creo que vale para todos- no se desgasten tanto en la chamba. Denle tiempo a su cuerpo, mente y alma. A la familia, a los que te esperan en casa y por este trabajo adrenalínico que tenemos casi siempre terminamos dejando en segundo plano. Nada es más importante que tu salud, que tu tranquilidad. Porque cuando te enfermes ahí quiero ver quien estará a tu lado. Si los dueños del medio para el que trabajas o los tuyos, los de tu hogar. Ahora que varios colegas están exigiendo sus derechos laborales a la congresista Donayre, solo se evidencia lo que siempre ocurre en casi todos los canales, radios y diarios de Iquitos y de todo el Perú -busquen la denuncia a la revista Caretas- los periodistas tenemos una de las profesiones más riesgosas y mucho de esos peligros vienen desde las entrañas de los propios medios en que laboramos. Por esa informalidad, por ese trato laboral que descaradamente le saca la vuelta a las leyes de este país, estamos como estamos en todo los aspectos.
Un ejemplo directo y concreto es la gran mayoría de personas que ingresan de reporteros. Cualquiera lo hace, basta que aceptes el pago miserable por debajo del Sueldo Mínimo Vital que huele a propina o con una publicidad. Eso empuja a lo fácil, a buscar victimas para el chantaje y la extorsión. Ahí se jode esta chamba. Ahí tienen el ABC de cómo la más noble de las profesiones pasa a apestar cómo el más vil de los oficios. Salvo honrosas excepciones.
@RMezaS