La última encuesta publicada con la seriedad que la responsabilidad manda ha provocado lo que se preveía, aún en los seguidores de los candidatos que se creen ganadores y quienes se saben perdedores: reacciones destempladas.
Es normal que así sea porque ningún postulante quiere que le demuestren que está en descenso, que se mantiene en los últimos lugares de siempre y que después del 7 de octubre lo único que ganarán es experiencia. Sin embargo, preocupa que los candidatos con posibilidades reales de convertirse en autoridades en los distritos, provincia y región tengan similares –y hasta peores- reacciones a los que ganaron el 2014 y reiteraron en su comportamiento gubernamental.
Un candidato distrital favorito cree que quienes no están de acuerdo con sus actitudes de las últimas semanas que, además, le ha llevado a descender en la intención de voto, ha decidido “enemistarse” con quienes han evidenciado esas deficiencias. Y, con los matices presupuestales opulentos y a veces deficitiarios que posee, ha sido selectivo en su respuesta cuando era el momento –aún no desperdiciado del todo- de dar muestra que no sólo tiene versiones inteligentes sino que será la diferencia en un posible gobierno edil. En ambos casos ganaría él y ganaría el pueblo, la ciudadanía. Si no lo hace puede que gane las elecciones, claro. Pero será más de lo mismo.
Un candidato provincial que tiene posibilidades de ganar –a pesar que cada elección repite errores antiguos e inaugura nuevos yerros que se puede resumir en que tiene en su entorno un embustero (rastrero es el término más exacto) que le engaña con encuestas donde gana siempre hasta la víspera del día del sufragio y pierde el día más importante. Ese mismo embustero, eventualmente, hace las veces de chofer/asesor de otro candidato con la única finalidad de ganarse un cupo en la lista de consejeros para después pedir cupos a los constructores. Pero de esos también está hecho el reyno de los cielos. Si ese candidato cree que repartiendo plumíferos va lograr éxito, que vaya preparándose otra vez para un honroso segundo lugar, sino tercero. Así que está a tiempo de utilizar bien el dinero que sólo él sabe de dónde viene y desconoce a dónde va.
Un candidato regional ha instruido a sus zánganos de siempre para que traten de ver la paja en el ojo ajeno y no se den cuenta de la tremenda viga que tienen en el propio. Después de la encuesta donde la posibilidad de triunfo se le va de la mano –y con ello el financiamiento de constructores que levantan candidaturas pero destrozan con obras toda la jurisdicción que exigen como predio- ha señalado que esas cifras son parte de un complot en su contra. Con ese “análisis” no va avanzar. Está a tiempo de cambiar. Ojalá lo haga. Porque no hacerlo hace monótono su comportamiento y quita interés a los electores y, periodistas también. Con el añadido que su descenso continuará porque -desde el defenestrado candidato de San Juan hasta los provinciales obligados a dimitir en Alto Amazonas y Loreto porque la nueva ley así lo establece, pasando por el último de un distrito ribereño- contratando trolls y despotricando a través de terceros de los demás le impedirá mostrar con seriedad lo que requiere la región. Si persiste en el error es improbable que gane, pero sí triunfa ya sabemos lo que nos espera.
Los políticos que necesitamos son diferentes a los que se han mostrado en los párrafos precedentes. Los hay. Los vemos. Pero ya depende de ellos también darse a conocer sin caer en los vicios de quienes en reiteradas oportunidades han ido por el camino equivocado ya sea en elecciones o en las gestiones.