Crónicas de hogar
Percy Vílchez Vela
Cuando acontece la relajada siesta, un ciudadano de edad madura, de contextura corpulenta, de gestos decididos, recorre los suburbios últimos de Iquitos. En su itinerario no se detiene ningún día y de pronto desembarca de su camioneta seguido o escoltado por una colmena de piantes pollos. Luego de saludar con efusión de palabras alentadores, reparte veinte pollos a cada morador del lugar que visita. Después procede a regalar alimento balanceado y se marcha diciendo que volverá pronto. En ese menester regalón el ciudadano de edad madura está desde hace meses, desde el infausto día en que renunció a su ambición de convertirse en alcalde de Maynas. El ciudadano de edad madura es don Jorge Monasí.
Cuando un periodista acucioso le pidió que renunciara a su campaña porque estaba desinformado sobre cifras y datos, el ciudadano sintió un remezón en todo el cuerpo. Luego entró en una crisis depresiva y se dio cuenta que nada tenía que hacer en la campaña política. De modo que, sin hacer caso a sus asesores, seguidores, franelistas, ayayeros de varios tonos y colores, determinó mandar al carajo su candidatura. Entonces se quedó solo, sin nadie a su lado o a su costado. Solo no supo que hacer y hasta llegó un momento en que quiso acabar con su vida. Pero entonces recordó que en sus tiempos de campaña solía regalar pollitos a los moradores de la periferia con el fin de que se conviertan en incipientes polleros. No recordaba a nadie convertido en granjero y fue ahí que decidió continuar con esa campaña aumentando el número de piantes pollos.
En su imaginación estalló entonces un futuro promisorio con hombres y mujeres dedicados a la criandería de esas aves, y vio en sus delirios empresariales que la ciudad era un emporio de granjeros que vendían a manos llenas sus animales a los mercados y las pollerías. Entonces Iquitos se le aparecía como un lugar emancipado de sus males y declives, mientras surgía una generación de hombres y mujeres que le convertirían en una verdadera ciudad plumífera.