Se equivocan quienes creen que con la suspensión de la huelga de los maestros las calles –políticamente- se enfriarán. Este columnista ha estado los últimos días en las protestas ciudadanas en el centro de la capital de la República y algunos distritos –llamados residenciales-, además de las convocadas en la capital loretana y lo que se puede percibir es un descontento ciudadano. Ojo, no es un descontento únicamente al gobierno actual y sus acciones. Es hacia toda la clase política y tecnocrática que ha dirigido el país.
Y ese descontento no se suspende con la decisión de la cúpula que dirigió la huelga magisterial los últimos días. Tampoco se va dispersar la protesta ciudadana con una suspensión que no soluciona el problema fundamental que es, como todos saben, la mala distribución de la llamada riqueza. Pues si algo debemos agradecer a las herramientas actuales es que podemos conocer cómo es que las grandes empresas se favorecen tributariamente y las pequeñas tienen que hacer malabares para cumplir con un sistema de impuestos que los ahoga mientras acude en salvataje a los grupos de poder.
El descontento ciudadano está representado por el ciudadano de a pie que observa con desparpajo cómo las obras públicas se inician y nunca se terminan. O, si se terminan, no pueden ser utilizadas para los fines que fueron elaboradas. O, también, si se concluyen no son utilizadas porque tienen algo que ver con el antecesor de la autoridad. Es decir, aquello que tanto se escribe en los textos de Teoría Política, del bien común o bienestar ciudadano no es más que frases repetidas por los políticos para convencer al momento de la votación pero que es olvidada ya en gestión.
Eso sucede en todo el Perú. En las calles de San Lorenzo, en Datem del Marañón o en las de Lagunas, Provincia de Alto Amazonas. O en Iquitos, capital de la región Loreto. También en los distritos limeños, sólo que la prensa masiva, no se ocupa de esos detalles. El poblador común y corriente –ya sea del centro de la ciudad o de la periferia- tiene que soportar los perjuicios de una obra que solo beneficia a unos cuantos. Iquitos, tomada como ejemplo, puede mostrar por estos días, el abandono de las obras en las calles céntricas y el cerco de dos plazas que fueron cerradas con bombos y platillos por la alcaldesa pero que fueron abandonadas con la cabeza agachada por la misma autoridad. En el primer caso porque el constructor no sabe qué hacer mientras los funcionarios de la MPM y de la OPIP –es decir la provincial y regional, nada menos- andan en el limbo de un proceso arbitral que debió preverse. En el segundo caso por los problemas judiciales del constructor que si se decide a hablar traerá problemas más grandes que las dos plazas juntas a la autoridad edil y todo su entorno más cercano.
La huelga magisterial puso en las calles no sólo a los maestros descontentos sino a la ciudadanía. Por eso que no se suspenderá con facilidad esa protesta. Los maestros regresarán a las aulas pero la protesta continúa en las calles. Hay que pedir al gobierno y a los que tienen algún nivel de decisión que escuchen esa protesta porque de lo contrario tendremos de nuevo en las calles no sólo a los maestros sino a más sectores.