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Hace unos días el neumólogo que por mi problema de asma solía verme hace 3 años me atendió. Con la gran cantidad de pacientes que este atiende y por la lentitud de nuestro sistema de salud tuve que esperar 2 meses y algunos días más para tener una cita.

En los primeros 2 minutos de la consulta, el médico me miró a los ojos y como si me recordara me dijo: Hola ¿Cómo estás? De inmediato le dije ¿Me recuerda? – Sí claro – en tanto revisaba mi historia clínica ¿Filiberto verdad? ¿Asma?

Claro, el nombre de los pacientes viene con su historia clínica y una gran cantidad de los que van al neumólogo van por un problema de asma. Sin embargo, el médico no dejaba de tratarme como si me conociera. Su tono de voz y el énfasis de su mirada denotaban que tenía aprendido el manejo del lenguaje corporal y cómo hacerle creer a sus pacientes que, aunque hayan pasado años, este los recordaba.

Sabía que este no me recuerda. Puesto que no soy un caso especial, e historias clínicas como la mía hay cientos. Tan solo seguía el juego intentando hacerle creer que me siento cómodo de que mi médico me recuerde, recuerde mi problema de salud y que este, se pone en mis zapatos. Dicho de otra forma, este se ponga en mis pulmones y me haga creer que me comprende, que estoy cansado de los inhaladores y tener que limitarme casi siempre las bebidas heladas.

Me escucha, le sigo contando lo mismo que todos los pacientes de asma le contarían. Al cabo de 15 minutos, que según entiendo es el tiempo promedio de una atención médica, me receta los mismos inhaladores, me dice que regrese en 3 meses para ver mis avances. Me recomienda que haga ejercicio y que principalmente practique natación. Es decir, las mismas recomendaciones que un neumólogo le hace a un paciente que padece de asma.

Sin embargo, este parece haber sido un caso especial. En el que el médico escucha y responde a su paciente, para que este, se sienta atendido, escuchado. Dado que al final, muchos de los que padecemos enfermedades crónicas hemos googleado tanto respecto a lo que tenemos, que al final lo único que queremos es que nuestro médico nos escuche, puesto que ya sabemos qué hacer y que no. Aunque al final, siempre hagamos lo que no debemos.

Al respecto, nos vendría bien a los usuarios del sistema público de salud peruano que los médicos sean – además de formados en medicina – ser también formados en psicología y entrenados para escuchar de manera profesional, que repito, muchas pacientes y me incluyo, buscamos eso, además de una receta médica por supuesto.