Por: Moisés Panduro Coral
Dicen que las comparaciones son odiosas. Odiosas o no, considero que es un ejercicio útil para cotejar la performance que cada periodo de gobierno ha alcanzado con relación a su antecesor. Incluso en las Olimpiadas, los puntajes y récords que alcanzan los atletas en cada disciplina son contrastadas con los que otros atletas o los mismos han alcanzado en eventos anteriores, a partir de los cuales se establecen las nuevas marcas que sirven de referencia obligada para posteriores competiciones. Eso obliga a los atletas a poner su mejor esfuerzo y empeño para la siguiente Olimpiada, y así las marcas se van rompiendo y el mundo deportivo evoluciona y progresa hacia registros más altos.
Bajo este marco, y a partir de los resultados alcanzados por los dos últimos gobiernos nacionales -Alan García y Ollanta Humala- quiero abundar en este ejercicio de balances que, lo reitero, es una buena práctica democrática. Hay muchas cifras que se pueden tomar, pero sólo voy a referirme a algunas de las más importantes para el ideal de nación de oportunidades, de tierra de justicia, de libertad y de trabajo, de cultura con conciencia histórica, que tenemos para nuestro país.
Un primer dato es contundente. Viene del flamante primer ministro Fernando Zavala. Ollanta Humala, el abanderado de las poses “izquierdistas”, el líder de los “nacionalistas” hoy inexistentes, de los “inconformes” antialanistas y “progresistas” antiapristas de la década pasada dejó la economía con un déficit fiscal de 3.3 del PBI, habiendo recibido de su antecesor, el tan denostado Alan García, una economía con un superávit fiscal de 2.2. Un verdadero desastre para el país porque significa que la producción de bienes y servicios y la competitividad de nuestras empresas se han venido abajo, lo que incide negativamente en el desempleo, la informalidad laboral, la falta de oportunidades y la inseguridad ciudadana que ha caracterizado al gobierno “nacionalista”.
Otro dato contundente viene del ministro Alfredo Thorne de la cartera de Economía. Ollanta Humala, la “esperanza” de los pobres como repetía -hace más de un quinquenio- la caviarada que se autobombea de “conciencia moral”, el candidato del “rostro” social según se esmeraban en presentarlo los blogueros del “cambio”, el “demócrata” autor intelectual del “andahuaylazo” contra el régimen democrático de Toledo, gastó en su gobierno 4,990 millones de soles en programas sociales y con ese arsenal de dinero nuestro país bajó la pobreza en sólo 7 puntos. Una cifra pequeña en comparación con la lograda por el “malo” de la película, Alan García, que con sólo 1,560 millones de soles, es decir con tres veces menos plata que Humala, redujo la pobreza en 20 puntos, o sea tres veces mejor marca que su sucesor. ¿Cómo se entiende eso? ¿No es acaso esa cifra una plus marca de Alan en la olimpiada contra la pobreza?
Una referencia más de las muchas que hay. Alan García, el hombre del supuesto “Estado panzón”, frase que los antiapristas celebraron a rabiar hace cinco años, le dejó a Humala un país con un crecimiento de 8% en el primer semestre de 2011 y un ahorro disponible de 15,000 millones de soles. Pero, héte aquí, que el ministro Thorne se encargó de decirnos que Ollanta Humala, el de “la honestidad hace la diferencia”, el que habló de un “Estado ágil” saliendo a hacer footing, ha sido un alegre derrochador de recursos públicos, un pertinaz jaranero del erario nacional, pero un morrocotudo haraganazo para generarlos. Le ha dejado al nuevo gobierno gastos ostentosos en bienes y servicios y unas planillas opulentas que tienen su mejor expresión en esa felona SUNAT que creció de 7,000 empleados el 2011 a 15,000 empleados el 2016, la mayoría de ellos parientes, amigos y allegados a Nadiene Heredia.
Humala dejó además una herencia insufrible. Los compromisos de salarios en el Estado ascienden a 3,300 millones de soles y los compromisos en inversiones para el 2017 llegan a 28,000 millones de soles para el 2017, cargas pesadas que el gobierno del presidente Kuczynski tendrá que asumir en un escenario de déficit fiscal. A ver, que dice el escritor Vargas Llosa de este insensato, perezoso, incompetente y quimérico inquilino de Palacio que el garantizó en el periodo 2011-2016.