El desfile de los oportunistas
En El pez en el agua, el famoso novelista narra la manera cómo se subieron al coche derechista una caterva de oportunistas, de migrantes de la política, de buscadores de una ganga o una prebenda, pensando que él iba a ganar la Presidencia peruana. El escribidor no ganó, pero esos sujetos no perdieron. Sin escrúpulos, sin dudas, se fueron con el que iba adelante. Hoy las cosas no han cambiado. La reciente visita a Iquitos del candidato Luis Castañeda Lossio nos demuestra sin ninguna duda. De otra manera no se explica la presencia descarada, notoria, pública, de tantos personajes conocidos, tantos políticos nuestros, tantos aspirantes a una curul, un cargo cualquiera a futuro, en las actividades del visitante.
El señor Castañeda no vino de turista navideño, de comensal afortunado de alguna exquisitez gastronómica de estos lares. Vino en campaña. Tampoco podríamos creer que los citados fueron a ver al líder de Solidaridad Nacional por simple novelería provinciana, por humana curiosidad. No. En franco ejercicio del oportunismo, una de las indeseables claves de la política nacional, tantos varones trataron de sacar alguna ventaja de esa visita. Un lugar en la campaña, un puesto para más tarde, una promesa para el mañana inmediato. Es decir, la búsqueda de la ubre abundante del poder. El vicio de siempre.
El reciente desfile de los oportunistas nos revela el grado de degeneración de la política. Este oficio, en la mayoría de los casos, no persigue un destino superior, un fin supremo. Busca el beneficio personal o de grupo, y el acomodo a los posibles ganadores es su signo más notorio. Así las cosas, el porvenir no está a la vuelta de la esquina. Ningún progreso viene con las maniobras, los descaros y las ambiciones de los oportunistas.