Cierto sector de la derecha extrema, más aun quienes anidan en los medios de comunicación, han aprovechado el caso Lavajato en Brasil para cuestionar a los gobiernos de izquierdas y la prédica de éstos en relación con el erario público. “Así son todos los políticos” sentencian con aparente amargura pero riéndose para sus adentros. Lo que se percibe para castigar a los gobiernos progresistas o de cambio (de cambio de cara a las políticas de austeridad y del beneficio patrimonial de lo público para sus amigos) es un verbo violento, inmisericorde para afear con lo que está ocurriendo en Brasil. He escuchado decir que Lula es un megalómano, que vive del poder político entre otras lindezas. Es muy curioso que la actitud de estas personas frente a los latrocinios de los líderes políticos de derechas que hicieran en el pasado éstos siempre han callado y más bien han encontrado excusas para no responsabilizarlos de nada – recuerdo que cuando era pequeño se decía de Belaúnde, él no sabía nada lo que sus correligionarios hacían (¿quién se lo va creer?). La derecha tiene un mensaje, “todos los políticos son iguales”. Claro, que con este mensaje lo que quieren es despistarnos. Quieren ponerlos a todos en el mismo cajón y promover el descreimiento en la política. Es una deriva sumamente peligrosa ¿en quien vamos a confiar?, ¿quién va manejar la vida pública?, ¿los técnicos económicos que se relamen con la aplicación de medidas de austeridad? Más bien deberíamos estar más atentos y forzar que los mecanismos de control y rendición de cuentas funcionen sino les estamos haciendo juego a esos canallas que sólo buscan enriquecerse de lo público y que quieren aprovechar este río revuelto.