En este Reino donde se empozan odios y amores desde tiempos inmemoriales la vida social, infelizmente, casi siempre es bicolor – ¿es un inconsciente maniqueísmo?-, quizás sea un signo emocional de lastrar cuarenta años de dictadura como la franquista y un Tribunal de la Inquisición como atrezo de fondo. No sé porqué razones los debates y discusiones terminan, por lo general, en dos bandos muy enfrentados. Y cuando uno de ellos muestra debilidad, el otro arremete contra el otro sin piedad – me recuerda a la serie de Goya “Los desastres de la guerra” donde la crueldad e insania brota en cada cuadro. Se muestra la falta de empatía con el débil, hay que liquidarlo, hacerlo desaparecer. En este mundo bipolar que recrea esta parte de la península se puede palpar en el fútbol, ese malsano deporte profesional contaminado de valores. Miro con cierta perplejidad cada vez que el Madri o el Barcelona pierden o ganan. Cuando pierde el Madri los que más gozan son los del Barza, disfrutan como niños con zapatos nuevos (y viceversa). Todos los males le atribuyen al equipo que pierde. Y por más que les vaya bien, ellos se siguen interesando en el equipo rival – este es un rasgo que advierto en los diarios deportivos catalanes y algunos de Madrid, donde ser forofo es toda una virtud nacional. Es el culto a la estupidez, a la mediocridad, a esa masa que no piensa pero que sí alborota. Me viene a la memoria esos odios ancestrales que son promovidos por los militares con los países limítrofes ¿Así se puede promover valores como respeto al rival en el fútbol?, ¿ver al memo de Piqué (o cualquier otro jugador forofo) lanzando dardos al equipo rival promueve una sana competencia? Este pobre hombre es signo o indicador de estos tiempos sin norte- le han dado un premio como el deportista catalán del año, hay que reírse para no llorar de estos premios a la flatulencia. El fútbol profesional que se juega en este lado de la península cada vez me gusta menos. Por lo pronto, he apagado el televisor y huyo al cine.