En el zafarrancho de candidaturas al Congreso sobresalió en aquel tiempo un pobre y desamparado ciudadano. El señor Juan Carlos del Aguila era por entonces muy pobre. No temía ni para la sal. Andaba de un lado a otro pidiendo colaboración a los conocidos y amigos para parar la olla. Después que dejó la alcaldía de Maynas había emprendido una serie de negocios que no daban resultado y,  como consecuencia de ello, perdió todo el dinero que había ahorrado. Era muy pobre cuando le llamaran para postular en las filas del partido fujimorista. Pese a todo decidió aceptar el desafió confiando en que  de todas maneras ibas a ganar la elección. Para comenzar, como no tenía ni un cobre, Juan Carlos del Aguila hizo varias parrilladas al hilo. Con lo ganado en esos eventos pudo mandar hacer unos volantes simples donde evidenciaba lo que haría una vez llegado al Congreso.

Luego auspició varios bingos populares y populosos que le sirvieron para poner su propaganda  radial. Más tarde se hizo vendedor ambulante y recorría las calles ofreciendo todo tipo de artículos para el uso doméstico. Era muy pobre, no tenía un cobre en el bolsillo, pero logró de alguna manera ganar algunos soles para hacer una campaña franciscana. Era muy pobre y el partido de los fujimoristas tuvo que pagarle algunos pasajes para que se desplazara por el territorio de la región. Era muy pobre y en el último tramo de la campaña hizo préstamos a los bancos para poner su propaganda televisiva. Era muy pobre y no ganó las elecciones de ese tiempo. Motivo por el cual quedó fuera del Congreso y endeudado.

Era muy pobre el tal Juan Carlos del Aguila y llegó un momento en que tuvo que trabajar de carguero para pagar su deuda. Era entonces común verle por algunas calles de Iquitos cargando cualquier cosa.