La increíble ganga del señor Joseph Blatter,  de ganar su sueldo sin romperse los forros, ha caído como un insulto a los millones de desocupados del mundo. El que menos se siente ofendido por ese alto funcionario que ya no trabaja en la sede de la Fifa pero que conchudamente cobra mensualmente su molido, pasa por caja y recibe su respectivo cheque. Es uno de los pocos afortunados que deambulan en esta tierra y que bien merece por lo menos un castigo. Cada quien se siente afectado por esa ganancia inmoral y pretende hacer un juicio a los reyes de la pelota por gastar el dinero de esa manera. En vez de conceder ese dinero a alguna selección mundialista, como la peruana, los líderes del balón mundial pagan a alguien que ya no trabaja entre ellos.

 

En el Perú de la pandereta y del coimero secular, el señor Blatter pasa por un astuto funcionario, un hábil ciudadano que se pasa de listo. El hecho de cobrar sin trabajar es una hazaña que cualquier hijo de vecino desea realizar durante por lo menos toda su vida. Muchos de ellos han manifestado a este cronista que les gustaría tener la suerte del suizo para nunca trabajar y siempre cobrar. Desde ese punto de vista, Joseph Blatter es un ser ejemplar que merecería varios premios. Es de suponer que si se presentaría a cualquier elección ganaría por varios cuerpos de ventaja.

 

En la ciudad de Iquitos el ejemplo del alto funcionario suizo se ha convertido en una especie de desafío. Los que tienen la fortuna de tener un trabajo buscan tener contacto inmediato con la Fifa para ver si por ahí existe algún puesto. Pretenden ingresar a trabajar un tiempo para después salir intempestivamente y seguir cobrando como si nada.