Por: Moisés Panduro Coral
Ya era hora que esa mezcla de matonería del Orinoco, soberbia lisurienta, estatismo setentero, dictadura disfrazada de dadivosidad petrolera y floro supuestamente antimperialista que gobierna Venezuela desde hace dos décadas empiece a caer. Parafraseando el conocido refrán, podríamos decir que no hay estafa que dure cien años, ni pueblo que lo resista. Porque eso es el chavismo: una estafa contra la democracia, un sablazo a la hermandad indoamericana, una falacia ideológica que confundió el socialismo con la bribonería y el insulto.
Las dictaduras pueden diferenciarse en cuanto a sus motivaciones, tener discursos diferentes, cubrirse de colores variopintos, de discursos de derecha o de izquierda, pero tienen cosas en común: son enemigos jurados de la libertad, de la alternancia en el poder, del respeto a los derechos humanos y a la libre expresión de sus ciudadanos; son antagonistas de la transparencia, de los modales cívicos, del diálogo y de la concertación con quienes tienen ideas y opciones discordantes.
La dictadura velasquista en el Perú se tiñó de un discurso nacionalista, estatizó todos los rubros de la economía y fomentó la competencia estatal hasta con el bodeguero de la esquina. Paralelamente expropió, o sea atracó los diarios, la radio y la televisión, y creó una aplanadora política llamada Sinamos que, además de combatir a la oposición mediante organismos de fachada, entregaba títulos de propiedad y utilizaba cuantiosos recursos que en democracia eran administrados por la juntas departamentales de desarrollo. La “revolución” peruana duró 12 años, gestó una cultura antidemocrática que derivó en la formación de grupos radicales germinales del terrorismo que asoló el país en los ochenta, y nos dejó una economía en bancarrota endeudada hasta los topes.
Su homóloga chilena, la dictadura pinochetista, que fue categorizada de extrema derecha asaltó el poder a sangre y fuego, asesinó a un Presidente democráticamente elegido, cerró el Congreso al igual que el velasquismo, prohibió los partidos políticos, reprimió, mató y desapareció a miles, promovió un “apagón cultural” y llamó a dirigir su economía a los gurús del monetarismo económico. Duró 17 años. Poco antes de la muerte de Pinochet, se le descubrió a éste cuentas millonarias en dólares, con lo cual el mito de que la dictadura que presidió puede ser considerada como un régimen cuestionable política y económicamente, pero no moralmente, se vino abajo.
Después del alejamiento de Pinochet en 1990, Chile no volvió a tener dictaduras, pero el Perú, sí. Fujimori y su socio Montesinos, acabaron ahogados en la miasma de la corrupción, una verdad que muchos prefieren olvidar o callar adredemente por conveniencia y cálculo político. Ambos gobernaron autoritariamente el Perú por una década. Empero, mientras la dictadura fujimontesinista perdía una guerra, invertía montañas de dólares en portadas chicha de difamación contra su adversario más enconado, Alan García, y dilapidaba los 9,500 millones de dólares de la privatización en asistencialismo y en compras sobrevaloradas de armamentos y naves obsoletas, en Venezuela, en 1998, se iniciaba con la elección de Hugo Chávez una dictadura que 17 años después ha empezado a caer. Surgidos de la misma porquería política, el fujimontesinismo brindó apoyo a los golpistas chavistas en 1992 y años después el chavismo devolvió el favor refugiando a Montesinos en su país.
Pues el mal llamado “socialismo” venezolano se cae a pedazos. La asamblea nacional tendrá una amplia mayoría opositora. Lo primero que tendrán que hacer es dictaminar la libertad de Leopoldo López y de todos los presos políticos, y luego, desmantelar el tinglado, la influencia y la obediencia con el régimen chavista que sobrevivirá todavía en el poder judicial, en el ministerio público, en las fuerzas armadas, en la policía, en la prensa, en las empresas públicas. Y finalmente deberán educar a la gente, no vaya a ser que en unos años más, el chavismo en Venezuela vuelva redivivo con otro rostro familiar, de la misma manera como el fujimorismo en Perú intenta actualmente regresar.
Cada vez que leo a los apristas (alanistas), me río y reitero lo que siempre he pensado y dicho: tenemos a un brillante charlatán y manipulador personaje avalado por sus eternos agradecidos que extrañan lo nauseabundo. Sabemos que Garcia es un gran showman realmente, ha convertido la política y sus pasados gobiernos en un circo ambulante lleno de trapecistas improvisados y leones chuscos.
Para no describir todo su prontuariado, como muestra solo un botón: Caso TLC con Chile.
Al igual que los presidentes anteriores (Fujimori, Toledo y ahora Ollanta), García fue uno de los artífices del saqueo nacional; desgracia nuestra tener recursos estratégicos: petróleo, gas, minerales, pesca, madera, todo es rematado al mejor postor con el agravante de que detrás de un gran negocio hay como sabemos, una gran coima. Ayer nomás, quisieron privatizar ¡el agua!, es decir, esta burocracia desalmada quiere ya privatizar lo poco que queda, y el segundo paso obviamente es llevarse los cuadros, el papel higiénico, o los focos y fluorescentes de las oficinas, si hoy no lo hacen es porque no alcanzan.
Alan García, el showman, el charlatán desalmado y su séquito lumpen, vienen demostrando que no tienen intenciones de cambiar su modus operandi. El tratado de libre comercio con Chile es sinceramente un escándalo, es un abrir de piernas y cerrar de ojos al capital chileno que tiene inversiones en el Perú por mas de 8,000 millones de dólares según declaraciones de un Senador chileno, mientras Perú tiene apenas alrededor de 23.6 millones de dólares en Chile invertidos básicamente en restaurantes. El monto de las inversiones chilenas en Perú supera en mas de 300 veces a las inversiones de Perú en Chile.
Chile tiene presencia en sectores estratégicos: energía, minería, industria, sector agropecuario. Este tratado que otorga todas las facilidades al capital chileno, es un tratado desigual, sumiso, entreguista, es decir, un acto de TRAICIÓN A LA PATRIA.
En brillante entrevista del periodista César Hildebrandt al economista Alan Fairlie, quedó claro la sumisión del Alan García a sus compinches chilenos:
1° El 40% de nuestras exportaciones a Chile son molibdeno, lo exportamos calato. El gobierno chileno siempre mosca, le da valor agregado y luego lo vende con valor agregado a China y Japón.
2° Nuestro petróleo crudo va a Chile, allá lo refinan y nos devuelven como combustible. ¿Quién lo vende en nuestros grifos?, pues PRIMAX, el grupo que controla el 30% del mercado. ¿Quiénes son los dueños? : la empresa estatal chilena ENAP y el grupo Romero de Perú. ¿Chile permitiría esta barbaridad en su territorio? ¿Estados Unidos entregaría su petróleo, su gas a capitales rusos o chinos?
3° El 75% de vuelos comerciales lo controla LAN CHILE, a esto hay que agregar: 70% del comercio
marítimo, inversiones en el sector agropecuario con la clásica modalidad de pagar lo que quieran gracias a la política laboral del gobierno alanista y sus cómplices de la añeja derecha ratera.
4° Con el TLC prochileno se elimina requisitos de desempeño, es decir, si las empresas chilenas quieren contratan mano de obra peruana, y si no, pues NO y punto. Mientras el código de trabajo chileno limita la participación de profesionales peruanos en Chile.
5° Si el gobierno peruano decidiera aplicar cualquier tributo a empresas chilenas y éstas no estén de acuerdo, el caso no se ventila en el poder judicial peruano sino en un tribunal internacional.
Asimismo, mientras Chile a través de su Consejo de Seguridad cuida su soberanía, el acuerdo habla
tramposamente de «Seguridad esencial» y no de «Seguridad Nacional», sustituye el concepto de DOMINIO MARÍTIMO por el de espacio marítimo, pregunto entonces: ¿Y nuestras 200 millas marítimas?
Por esto es que no quisieron que el tema se discuta en el Congreso de la República conforme lo establece el artículo 56 de la Constitución que a la letra dice:
«Los tratados deben ser aprobados por el Congreso antes de su ratificación por el Presidente de la
República, siempre que versen sobre las siguientes materias:
1. Derechos Humanos.
2. Soberanía, dominio o integridad del Estado.
3. Defensa Nacional.
4. Obligaciones financieras del Estado.
También debe ser aprobados por el Congreso los tratados que crean, modifican o suprimen tributos; los que exigen modificación o derogación de alguna ley y los que requieren medidas legislativas para su ejecución».
El circo ambulante del alanismo no quizo que el tema se discuta públicamente, era preferible distraer al pueblo con los shows y chismes de la telebasura y la actitud complaciente del periodismo alcahuete, acéfalo, inerte, carente del sentido de Patria.
El espíritu patriótico no se ha hecho esperar, ya que se anunciaron marchas en Tacna, Moquegua y Arequipa, que se generalizó en todo el país para hacerle entender a Alan García Pérez que los tratados comerciales se negocian bien paradito, no de rodillas y con los pantalones meados.
La demagógica respuesta del gobierno a la protesta patrióticas ha sido: «son antichilenos, se oponen a la inversión extranjera», ¡pamplinas! el pueblo peruano y chileno padece los miles de males ocasionados por el modelo neoliberal impulsado por las élites corruptas y corruptoras. Dan ganas de vomitar.
Defender la Patria es la consigna.
Detener el saqueo y corrupción es la tarea.
Acumular las fuerzas nacionalistas, progresistas, patrióticas para tener un gobierno Nacionalista que luche por engrandecer la Patria es el reto.
¿Cómo podemos comparar a García con Velasco, Fujimori, Pinochet o Chávez? Ellos han sido consecuentes con su pensamiento y sus acciones hasta las últimas consecuencias. Alan García y el aprismo son un claro de ejemplo de prostitución doctrinaria e ideológica.
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