El viejo favoritismo del poder
El viejo favoritismo, esa tendencia oculta o descarada para entregar prebendas del poder a ciertas personas o ciertos grupos, sigue siendo una de las maneras de gobernar este país. Lo anterior se desprende de un reciente informe de Contraloría sobre el comportamiento de las casas consistoriales y la distribución del Vaso de Leche. Con datos, con cifras, el documento nos dice cómo los municipios manejan los fondos para dar ese servicio cívico y social. Lo primero que resalta es que los regímenes municipales suelen saltar con garrocha u otro objeto volador la legalidad, en la medida en que no siguen los pasos del proceso de licitación para contratar a los proveedores.
Lo segundo es que los proveedores son contados con los dedos de la mano. Ellos son los mismos, son los favorecidos de siempre, los felices ganadores de costumbre. No tienen competencia por ningún lado, ni asoman rivales en la distancia, como si hubieran ganado una lotería perpetua para vender ese producto a los municipios. Hay otras distorsiones mencionadas en el informe, que el lector encontrará en las páginas interiores, pero los dos dolos anteriormente citados nos parecen suficientes para reconocer una vieja tara en nuestra vida política, donde un pequeño grupo se beneficia con los negocios del poder.
¿Dónde se cocinan esos acuerdos torcidos, esos pactos exclusivistas, esas ganancias para unos cuantos privilegiados? ¿En la campaña política donde se necesita bastante dinero, en el ejercicio de la función cuando se busca la famosa comisión o coima, en la cita partidaria donde se busca el mutuo beneficio? No lo sabemos. Acaso no interese. Importa puntualizar que esos evidentes delitos se cometen con todo desparpajo, con toda osadía, como si en el país el ejercicio de la justicia estuviera pintado en el muro de la impotencia. Es increíble como no pasa nada a quienes violan la ley y favorecen a sus compadres, sus patas o sus partidarios. ¿Qué se hará ahora que se conoce el informe de Contraloría?