[Hoy se inaugura en el Congreso exposición con obras de Gladys Zevallos].
DATO El congresista amazónico Víctor Isla Rojas invita a la inauguración donde estará presente la artista y se mostrará un video sobre Yurmamaná, un lugar ubicado en la comunidad de Manacamiri, cerca de Iquitos en la orilla del río Nanay, donde ella cultiva las plantas naturales y tiene su taller donde pinta el mundo ancho y ajeno amazónico.
El próximo martes 20 de octubre a las 12 del mediodía se inaugurará en la Sala Francisco Javier de Luna Pizarro del Congreso de la República la muestra pictórica “Yurmamana – Tierra de colores” de la artista amazónica Gladys Zevallos que, entre otras características de su obra, está la utilización de tintes naturales y que ha recibido diversos reconocimientos por sus pinturas.
Gladys Zevallos obtuvo la Medalla de Oro de la Escuela de Bellas Artes el 2005 con un trabajo verdaderamente innovador referido a la pintura vegetal y el mundo sagrado de la Amazonía. La pintura oriunda no como referencia lateral, sino como centro de la construcción del cuadro. Ello agregado al universo de símbolos ancestrales de la pinacoteca nativa. Ello le ha permitido enlazar lo oriundo y lo forastero, lo antiguo y lo moderno, creando una síntesis artística de primer nivel que con los años alcanzará el reconocimiento que se merece, según han coincidido en señalar varios críticos
Zevallos nació en Contamana, capital de la provincia de Ucayali en la región Loreto, y desde muy joven se interesó por el color oriundo, viendo cómo las gentes utilizaban la pintura vegetal y la tierra de colores para pintar las paredes de las casas, para teñir sus vestimentas, canastos, sombreros. La ilusión de penetrar en ese mundo no le iba a abandonar con el transcurrir de los años. Después se acercó a los indígenas que vivían en su ciudad natal y en los caseríos cercanos, donde conoció la utilización de esos colores en la fabricación de trabajos artesanales. Pero, por razones obvias, no logró todavía ingresar al secreto de la elaboración de esos colores, ni al secreto de sus símbolos.
En 1997, en la ciudad de Pucallpa, comenzó a elaborar sus primeros tintes naturales, experimentando de la forma más empírica las informaciones y algunas recetas que le brindó su madre, recordando las costumbres de la gente que trabajaba para sus abuelos en San Martín. En un largo trabajo de campo no dejó de investigar en las fuentes orales y en la experiencia de las artesanas Shipibo-Conibo. Esos colores que ellas utilizaban, esos signos que siempre se transformaban, tenían un origen secreto, y eran las visiones obtenidas de la savia de los sabios o Ayahuasca. Es decir, la liana les iba dictando formas y contenidos que después ellas reproducían en sus trabajos, pero ese secreto no podía alcanzar.
Años después en uno de sus viajes a Iquitos logró conocer al chamán Luis Culquitón, quien le prestó su invalorable apoyo para que ingresara en el secreto de esa pinacoteca ancestral. Es a partir de la toma de Ayahusca en Estación Kapitari que todo para Gladys Zevallos se aceleró vertiginosamente. En distintas tomas, a través de las visiones, logró conocer innumerables plantas que producían diferentes colores. No solo eso, también asistió a asombrosas hechos como la aparición de entidades que le enseñaban ciertos secretos. La misma pintora ha dicho: En el momento en que regresé a la cabaña apareció una anciana sonriente que tenía un pincel vegetal en la mano. Ella se sentó cerca de mí, extendió una tela blanca y se puso a dibujar las líneas de las cerámicas con gran maestría, con admirable maestría. Me dije que tuviera paciencia, que supiera esperar. Era una figura pequeña y tan real que parecía viva. No dejó de dibujar sus líneas durante algo así como una hora, mientras yo miraba tratando de entender el mensaje, los misterios que decían esas líneas y esos colores. La tela blanca estaba llena de formas indescifrables que se relacionaban con el firmamento. Las lecciones de esa índole no dejaron de ocurrir durante los días de dieta.
El trabajo de Gladys Zevallos es una propuesta innovadora que se hace cargo del pasado y que abre muchas posibilidades en la búsqueda del verdadero futuro de nuestra plástica. En suma, es el enlace entre lo oriundo y lo adquirido, fundando una vertiente inédita en la plástica de esta parte del país.