Escribe: Percy Vílchez Vela
Es un verdadero trauma cívico que la ciudad de Iquitos nunca haya tenido un legítimo botadero de basura o relleno sanitario. El destino final de los desperdicios era cualquier parte. Era un lugar generalmente ubicado dentro de la misma ciudad. Lo cual originaba una serie de protestas, de reclamos, debido a la abundancia de la suciedad circundante. De vez en cuando, las principales autoridades buscaban ponerse de acuerdo para elegir un nuevo botadero. Pero por diversas razones nunca lograron elegir un sitio definitivo para solucionar el eterno problema de la basura. Es increíble constatar como la historia de la incompetencia en ese rubro no cambia pese al paso de los años. En el presente, la ausencia de un verdadero relleno sanitario es un auténtico lastre para toda la ciudad de Iquitos. ¿Dónde acabará la basura de todos los días en estos tiempos de desventura?
En la ciudad de Iquitos, uno de los primeros servicios de limpieza pública estuvo a cargo de una empresa dirigida por la señora Zoila Ríos. Las unidades de ayer de recolección de los desperdicios eran carretas de madera jaladas por mulas. Las carretas recogían los desperdicios de los pocos lugares de entonces y se iban directamente hacia algún lugar del Malecón Tarapacá. Allí, en un lugar central y público, se alzó el primer botadero de basura o relleno sanitario de la urbe oriental. Es increíble la manera como nadie se opuso a esa aberración de tener la basura en casa, ante las narices de los paseantes como si no hubieran lugares aptos para albergar los desperdicios. Durante años la basura se siguió depositando allí, hasta que hubo una corriente que protestó contra ese atentado cívico. Como consecuencia de ello, hubo una singular reunión para ver la ubicación del nuevo botadero.
Era el 28 de octubre de 1940 cuando se dieron cita las más encumbradas y altas autoridades para discutir sobre tan peliagudo asunto. La polémica se instaló de inmediato ya que cada quien tenía su lugar predilecto, su sitio elegido. El jefe de la policía edil de Maynas propuso que todos los desperdicios se arrojaran en el Amazonas. Ni más ni menos. La basura tenía que acabar infectando el paso y el peso de las aguas de siempre. Era una aberración de gran tamaño y el jefe del comando sanitario, señor Ponce de León, se opuso a esa metida de pata aduciendo que la basura demoraba en deshacerse dentro de los ríos. Y, como para acabar de malograr la reunión, sostuvo que el mejor lugar para albergar los desperdicios era la esquina de las calles Moore y Sargento Lores, en el lugar donde estaba y está el Mercado Central. Es decir, en plena ciudad. El inspector de higiene saltó entonces al ruedo y propuso que el botadero se ubicara en el terreno del polígono de tiro.
La disputada, discutida y peleadora reunión fue en vano en realidad. No se llegó a ningún acuerdo, pese a las ponencias expuestas. Pero la basura no se quedó en el malecón sino que pasó a tapizar la primera cuadra de la calle Pevas. En plena ciudad como si no hubieran lugares disponibles en el bosque colindante a Iquitos. Allí, en ese lugar cercano al Amazonas, comenzó a armarse el ingrato cerro de los desperdicios de entonces. En poco tiempo no solo aparecieron los malos olores inevitables, sino también hicieron acto de presencia las escurridizas moscas. La vida cotidiana de los allí vivientes se volvió un insoportable infierno. Hacía 1949 el botadero todavía estaba allí, pese a las reiteradas protestas de los habitantes de esa calle que hacían marchas de protesta, firmaban memoriales, hacían declaraciones contra ese relleno sanitario.
Ignoramos en qué momento se dejó de botar la basura en la primera cuadra de la calle Pevas. Pero a partir de ese momento el relleno sanitario se convirtió en algo provisional, efímero. Ninguna autoridad se propuso construir un lugar definitivo para albergar la basura, como si no se tratara de algo importante para el funcionamiento de cualquier urbe. La demorada construcción de la carretera hacia Nauta fue la gran salvación de las diferentes gestiones, porque en algunos tramos se abrieron descampados para dejar la basura. Eran simples lugares que no tenían las condiciones mínimas ni máximas para cumplir las funciones de rellenos sanitarios. Así han marchado las cosas hasta el presente, donde otra vez ha estallado el problema del botadero de basura.
El kilómetro 19 de la carretera hacia Nauta se ha convertido en la posible solución, transitoria, al inconveniente de siempre, al viejo problema del relleno sanitario. Allí se levantará un botadero de emergencia y provisional. Así como se lee. Es decir, no será un lugar definitivo, quedando en la carpeta de proyectos construir para algún día un relleno sanitario de verdad. Es decir, estamos como hace años en la ciudad. Es como si no hubiéramos avanzando un centímetro en el rubro de la basura. De esa manera, el botadero de desperdicios se ha convertido en uno de esos problemas estructurales que nunca tienen solución.
Es impresionante constatar que en tantos años, contados a partir del arribo de los barcos, Iquitos no ha tenido ni una sola autoridad visionaria y capaz de construir un relleno sanitario. Todos han optado por pasar a la ligera y elegir cualquier lugar provisional para albergar los desperdicios. Así las cosas, la urbe oriental como que vive a la deriva, al garete, expuesta siempre al estallido de su basura cotidiana. Siguiendo la inercia historia de esa falencia, no creemos que estemos a las puertas de la solución de ese viejo problema. Lo que quiere decir que durante muchos años seguiremos sufriendo de la carencia de un auténtico relleno sanitario o botadero de desperdicios.