Por estos días Andrea Camilleri cumple 90 años, nació en Porto Empedocle, Italia, en 1925. Es un escritor italiano de novelas policiales cuyo personaje principal fue llevado a una serie de televisión con gran éxito. Se trata del Comisario Montalbano, más conocido como Salvo. Casi todos los sábados con Fofó éramos fieles seguidores de la serie El comisario Montalbano, protagonizado por el actor Luca Zingaretti (ella, Fofó, me introdujo a las series policiales de las cuales siempre tenía reparo, pero Montalbano me quitó ese prejuicio). Digo éramos porque la televisión pública en España pasó unos capítulos pero luego dejó de transmitirlos causándonos gran pena (lo repetían cada sábado y aún así lo volvíamos a verlo). Pero mientras duró disfrutábamos, sobre todo en versión original donde el italiano de Sicilia tomaba otras connotaciones (no es igual el castellano limeño aflautado que el amazónico más cantarín y onomatopéyico). Luego intentaron resarcirnos al emitir la serie del joven Montalbano pero prefería yo al interpretado por Luca Zingaretti, en cambio Fofó gusta de ambos. Es un personaje muy lejos de las series gringas como CSI o similares que para buscar el rastro de los asesinos utilizan la última tecnología. Aquí Montalbano se guía por su olfato. De volver al escenario del crimen y escruta con sigilo cada prueba. Un detalle aparentemente nimio le da una buena pista. El Comisario es acompañado por otros personajes más hilarantes que le dan la sazón del buen humor. Un colega enamoradizo y ligón, otro policía más serio, un médico forense en que el rifirrafe cotidiano le pone la cuota de humor caustico. La relación distante a veces, amical en otros con los capos de la mafia le dan gran verosimilitud al relato (nadie es santo en la tierra, hay que tener amigos en el infierno escuché una vez). Tiene una novia a distancia pareciera que huye de las relaciones de toda la vida, hay otras mujeres por la que duda y sufre con estoicismo su desgarro. Además es un sibarita de la comida mediterránea (confieso que en muchos de los platos trago saliva de envidia, se ven muy golosos) y que cuando come, es una manía, lo hace en silencio, sin hablar. Casi a las diez de la noche de cada sábado dejábamos todo para ver a Salvo Montalbano. Larga vida para Camilleri.

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