El candidato oficialista, Daniel Urresti, cambió completamente su ser belicoso y beligerante para realizar su campaña política tendiente a alcanzar la presidencia de la republiqueta del Perú. Después de descartar otras opciones musicales como el triste huayno, la cumbia, el bolero o el tango, ancló en el movedizo y electrizante rap. Varios meses entrenó bajo las órdenes de un maestro de dicho rubro y en poco tiempo acabó convirtiéndose en un rapero consumado. De inmediato, cargando con su mensaje canoro, comenzó a visitar las distintas ciudades del país.
El arribo de Daniel Urresti es anunciado por una comitiva de raperos alucinados que recorre las principales calles de las ciudades elegidas para la campaña. En medio de aplausos y hurras aparece Daniel Urresti luciendo un peinado letal, con varios aretes en las narices, las orejas y los labios. No pronuncia ninguna arenga política, ni dice ningún discurso ocasional y, con pasión desenfrenada, se dedica a cantar sus canciones raperas que aluden al costo de la vida, a los bajos sueldos, a sus incontables enemigos políticas y lo que haría en caso de arribar al poder. Eso se puede sintetizar en el violento hecho de meter palo para poner orden en la caótica vida nacional.
El candidato del rap arribará dentro de pocos días a Iquitos. Caravanas de raperos recorren las calles anunciando la llegada de tan portentoso candidato que considera que el rap es lo que más gusta a la gente. En el mitin de la plaza 28 de Julio no hará ningún discurso, ni esbozará su plan de gobierno. Solo cantará con sentimiento las canciones raperas de su propia inspiración. Se espera que la manifestación que se viene sea una de las fiestas más sonadas y concurridas de los últimos meses, pues el candidato rapero ha calado hondo en una ciudad que gusta de bailar de jueves a domingo.