Para evitar pataleos, críticas y otros manifestaciones de mal gusto, el mandatario boliviano Evo Morales decidió colgar los zapatos y andar descalzo las 24 horas del día y de la noche. Era común y corriente verle patacala en cualquier parte y a cualquier hora. En las ceremonias oficiales era común encontrarle vestido de rigurosa etiqueta con saco, corbata y pantalón, pero sin zapatos. Así, descalzo, el mandatario trepaba cerros, daba discursos, polemizaba con sus adversarios, asistía a bodas y jugaba su partidito de fútbol. Como los pataleos, las críticas y otras manifestaciones de mal gusto, continuaban, el señor Evo Morales decidió lustrar los zapatos de sus invitados.
En palacio de gobierno sus servidores no sabían qué hacer ante tantos cambios en la vida del mandatario. En horas de trabajo de estadista tenia que cargar una caja con su escobilla y su betún y antes de conversar sobre cualquier tema de estado, tenía primero que lustrar los zapatos de las personas que le acompañaban. Era un trabajo arduo que él hacía con una sonrisa en los labios como si le gustara dejar bien limpios y como espejos los distintos calzados que caían en sus manos. A veces los encuentros, las citas, las reuniones de alto nivel, eran simples casos de lustradas emprendedoras.
Como seguían los pataleos, las críticas y otras manifestaciones de mal gusto, Evo Morales se vio obligado a recorrer las calles de las ciudades de Bolivia lustrando los zapatos de los ciudadanos de ambos sexos. Cuando dejó la presidencia de la republica del altiplano, el señor Morales se quedó de lustrabotas en una de las puertas de Palacio Quemado. Allí atendió a su numerosa clientela, recordando de vez en cuando, como una broma de mal gusto, aquella vez en que ordenó a un subalterno que le amarrara los zapatos.