Las agiles y esbeltas palomas, de la paz o mensajeras, han dejado de ser adornos de huertas, calles y plazas de Iquitos, para convertirse en verdaderos dolores de cabeza. Sucedió que de pronto la alerta policía detectó un novísimo servicio aéreo que llevaba colgados de los cuellos de esas aves montones de pasta básica o de marimba de la buena. El mundo del hampa había contratado amaestradores de pájaros para que les enseñaran a las palomas a transportar la droga en pleno día. También para que hagan el servicio a los clientes que en cualquier momento pedían su dotación de estupefacientes a los empresarios que se dedican al comercio minorista.
Las airosas palomas del vergel o no ya no son esas aves ornamentales que cualquiera puede dar de comer, pues pueden tener en sus buches sendos paquetes de droga listos para ser llevados a algún lejano país. El mundo del narcotráfico así ha incrementado su capacidad operativa, su potencia emprendedora. Y, diariamente, las fuerzas del orden realizan batidas contra esas aves. En las dependencias policiales son inspeccionadas minuciosamente para detectar el lugar de sus pequeños cuerpos donde puede estar escondida la droga. Es bastante caótico esa cruzada contra esas aves que antes no hacían daño a nadie.
Es de presumir que en cualquier momento algún jefe policial decretará el exterminio masivo de las pobres palomas y así el cielo de Iquitos se quedará sin esos ornamentos para siempre. No existe otra salida para evitar que el comercio ilícito gane más terreno en la ciudad. Es de suponer que el fin de esos pájaros inocentes será el inicio del culto a otras aves cercanas. Los más aptos para la adoración urbana y cívica son los abundantes gallinazos que no transportan droga sino que se llevan diariamente los desperdicios. De esa manera esos oscuros y despreciados pájaros se convertirán en las aves tutelares de la hermosa urbe.