En la esquina de las calles Huallaga con Morona fue sorprendido cierta vez el serio y reputado consejero Guido Coronel. No estaba desempeñando sus altas funciones, ni esperaba hacer alguna gestión de su incumbencia, sino repartiendo caramelos entre los transeúntes. Como si se tratara de una obra magna, el referido estaba exultante y daba pasos de baile y hasta cantaba como un trovador callejero. Después de regalar canastas familiares en Nauta, implementos deportivos y otras cosas, a nombre del gobernador Fernando Meléndez, decidió regalar esas golosinas para no perder la costumbre bodeguera.
Después, cargando personalmente los sacos con golosinas, se dedicó en los días siguientes a recorrer las principales calles de Iquitos. Era de verse cómo aparecía de improviso igual que un papa Noel adelantado a tardío, según el cristal con que se mire, mientras la gente le aplaudía, alababa y recibía los regalos con beneplácito, y hasta pedía más. Pero el ilustre consejero decía que eso nomás era, que todos tenían derecho a recibir sus regalos de parte del mandatario del gobierno regional que así quería endulzar las horas de sus gobernados.
Durante meses, desde el amanecer hasta el anochecer, el citado funcionario se dedicó a regalar los caramelos incursionando en las calles periféricas. La presencia de la creciente no fue obstáculo para él ya que se metía al agua y nadando seguía con su cruzada regalona. En su afán de no dejar a nadie sin su caramelo oficial, decidió cierta vez recorrer el vasto territorio de la región regalando a cada viviente su respectiva golosina. Todo iba bien hasta que, por desgracia, las golosinas se acabaron y el consejero no pudo conseguir de ninguna parte más caramelos. En vano suplicó, imploró y lloriqueó. Al no tener golosinas para regalar el alto consejero renunció a su cargo para siempre.
Sr. Percy Vilchez, usted reconocido por ser un gran escritor loretano, orgullo para todos nosotros, quien ha recorrido varios lugares del mundo llevando en alto su literatura; a quien yo en particular admiraba hasta ahora; que ha caído tan bajo por ser el títere de «alguien» y hablar mal de una persona que a usted no le ha hecho ningún daño, de alguien que usted ni conoce; no entiendo tu propósito, no entiendo tú maldad, no entiendo a lo que usted quiere llegar; espero que recapacite y se rectifique, por que lo que usted ha hecho no es de un verdadero profesional de la literatura.
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