Los piantes pollitos, con su quepí militar y su vara de mando y poder, desempeñan un rol de singular importancia dentro del nuevo espíritu de la seguridad ciudadana. Toda autoridad ahora, uniformado y armado hasta los codos, dirige su propio contingente de serenos, de custodios, de guachimanes, de acuerdo a la nueva ley inspirada en las batidas y en las razias ejecutadas espectacularmente por aquel tenaz ministro del interior. Entre esas autoridades destaca el actual alcalde de Iquitos, el señor Jorge Monasí y sus implacables efectivos avícolas.
Cuando cada día el burgomaestre sale de la comuna de Maynas, amenizado por el son de la trompeta bélica y la salva de disparos con balas de fogueo, comandando al numeroso ejército de piantes pollitos, la ciudadanía respira con alivio y aplaude a rabiar, pues de todas maneras caerán los restantes amigos de lo ajeno. El optimismo no es gratuito. Es legítimo. No es poca cosa lo que han hecho hasta ahora esos combativos animalitos. En sus tenaces batidas diurnas y nocturnas han acabado con los escapistas, los monristas, los escaladores. Han barrido con los ladrones de motos, los que se tiraban las tapas de los buzones, los medidores, los pedazos de cables.
Es importante señalar que esos pollitos se han reivindicado ante los demás, pues antes morían de repente cuando el entonces candidato les regalaba a los posibles votantes. La criandería propuesta, la granja comunitaria imaginada, estalló sin mayores dramas y, por fortuna, el señor Monasí reaccionó a tiempo y puso el quepí de rigor a esos pollitos que por aquel entonces ya no decían ni pío. En el presente, esos ejemplares animales, cumplen una labor meritoria y digna de admiración. Iquitos es otra ciudad y ahora la gente duerme con las puertas abiertas, presta plata sin ninguna garantía, olvida sus cosas en cualquier parte y las recupera al día siguiente.