Estoy aquí esperándote. Suena una canción en medio de la bulla limeña. Estoy en el centro de la ciudad. Capital de todo, incluso de la bulla. Los noticieros afirman que Lima soporta la temperatura más alta del verano. Pero yo tengo frío. Será porque a pesar que el destino siempre me empuja hacia esta ciudad siempre he sentido la soledad y la distancia de los seres queridos. Amados seres, también. Ya va llegar el día de la amistad, del amor, del administrador. Todo en un solo día. Para todos los gustos. Y el oficio me tiene de vacaciones. Con esporádicos destellos de escritura. He leído en una semana en la capital peruana más de lo que he leído en un año en la capital loretana. Leo luego existo. Y es esa existencia la que me toca con una noticia fúnebre. Aunque, se dice y yo lo creo, que los periodistas nunca se mueren porque sus escritos quedan.

Pero tengo motivos para la tristeza. Y lo comparto. Él, el periodista, fue crítico de medios del New York Times, fue conocido por su estilo directo e incisivo y superó su adicción a las drogas, convirtiéndose en uno de los periodistas estadounidenses más respetados. Murió el jueves –como para recordar a Vallejo- a los 58 años. Se desvaneció en la sala de redacción y minutos después fue declarado muerto en el hospital. La noticia fue anunciada por el Times.

Minutos antes de ese desvanecimiento había moderado un panel en el que participó vía teleconferencia el ex asesor de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) Edward Snowden centrado en el escándalo que afectó a ese organismo el año pasado. Dean Baquet, ejecutivo del diario anunció el deceso a los empleados y se le salió esta frase: «Era uno de los más refinados periodistas de medios de su generación, un hombre notable y divertido, que se convirtió en uno de los líderes de nuestra redacción». La reseña que se escribió sobre él es arrolladora. Es para tomarlo en cuenta. Sobretodo a quienes creemos que el periodismo es una adicción, una droga, un oficio entendible desde el otro lado de la orilla. Esto se dijo: “Había ingresado al NY Times en 2002, en principio para escribir únicamente sobre acontecimientos del mundo de los medios, pero luego se le atribuyó una columna semanal en la que analizaba la vida y la evolución de los medios. También se hizo célebre en 2008 tras la publicación de un libro en la que contaba su adicción a las drogas y la forma en que finalmente logró superarla. En ese libro detallaba no solamente la lucha para intentar abandonar los estupefacientes, sino que también contaba, por ejemplo, cómo llegó a dejar a sus dos gemelas bebés solas en su auto para ir a comprar drogas”. Descansa en paz David Carr, crítico de medios que criticó su propia vida. Que se sumió en el submundo para regresar a este mundo. No es tan conocido como Capote o los contemporáneos del fundador del periodismo narrativo pero su ejemplo es para llevarlo en el pecho y en el corazón. Murió un periodista borracho y drogo. Viva el periodismo.