Así fue el rescate de César Ríos

La primera medida policial en Iquitos fue llamar a los especialistas de Lima. Llegaron inmediatamente. Un comandante lideraba la investigación. Experimentados en casos similares y siguiendo escrupulosamente los protocolos esperaron que los secuestradores se comunicaran con los familiares. Entre las tres y cuatro de la mañana entró al celular del empresario César Ríos una llamada de número desconocido. Desde ese teléfono César Ríos Ramírez le pedía a su padre que pague lo que piden los plagiarios.

Los secuestradores lo tenían todo planeado. Según contó el propio joven a la Policía, lo primero que hicieron fue botar todos los celulares al río. Navegaron pocos minutos río arriba y acoderaron al lado izquierdo y caminaron por el monte. Llegaron a un lugar donde había una cama y ahí se turnaban para no perder de vista al muchacho. Le pidieron los números telefónicos de su padre. Él les dio. El empresario no contestaba las llamadas a pesar que se intentaba a los dos números que maneja. Así que los secuestradores pidieron el teléfono de la madre y ella contestó al instante.

Pero la idea era comunicarse con el papá. Contó César, en cuanto le rescataron, que uno de ellos, el que parecía el líder del grupo, sabía todo de la vida que llevaba. Las competencias en las que participaba, los autos que manejaba y los lugares que frecuentaba. “Todo conocía de mi”, dijo a los policías que participaron en el rescate. Ahí también dijo que el mismo que conocía toda su rutina le dijo que su papá tenía unos temas pendientes con él. Varias veces le repitió que tenía un tema pendiente con su padre. Eso mismo fue lo que escucharon los testigos del secuestro en el balneario de Santo Tomás.

Le dieron de comer galletas y también le ofrecieron shibé. Como los agentes eran de Lima, César les explicó que era una bebida en base a fariña. No le trataron mal durante el cautiverio. Sí se turnaban y en la primera madrugada el cabecilla, junto con otros dos, se retiraron del lugar. Para recibir el rescate. Pues en la madrugada ya habían quedado con el padre que se entregaría 300 mil dólares a cambio de regresar con vida al joven. Los que se quedaron cuidándole no se mostraban preocupados, aunque caminaban de un lado a otro. Tampoco tenían el dejo loretano. Pero después de varias horas que anocheció recibieron una llamada donde les daban indicaciones para dejar al secuestrado. Ya habían recibido 150 mil soles.

Fuentes policiales han confirmado a Pro & Contra que después de la prueba de vida dada por los secuestradores, habían citado al padre a las 18.30 horas al kilómetro 35 de la carretera Iquitos-Nauta. Dos de los trabajadores de confianza del empresario debían debían asistir con moto lineal y polos blancos. Así lo hicieron. El pago se realizó a la altura de ese kilómetro. Primero los hicieron ingresar a una trocha, donde caminaron un kilómetro y medio. Ese recorrido lo hicieron por espacio de una hora. Recorrieron varias veces al interior de la trocha. Luego aparecen dos sujetos altos de unos 30 años, encapuchados con armas largas y reciben el dinero. Se marcharon con rumbo desconocido.

Para evitar ser detectados le dieron al padre varios puntos donde supuestamente liberarían a César. Es así que llegan a la zona de la carretera a Puerto Almendra que algunos señalaron como Nina Rumi. Ahí les esperaba el joven deportista. Minutos antes, siguiendo las instrucciones de sus jefes, los que le tenían en el monte le habían dejado en el lugar. Uno de ellos fue capturado por la Policía y contó los detalles de la preparación del secuestro y admitió que recibió 600 soles por ese trabajo de transportar y cuidar a César. Los cabecillas están identificados y la Policía sigue sus pasos. No se sabe si han viajado a otra ciudad o continúan en Iquitos.

Una vez conocido el rescate los amigos que estuvieron al momento del secuestro comenzaron a llamar a César. El padre ha declarado a la prensa y el mismo César ha estado asediado por preguntas no sólo de los periodistas sino de los policías que llegaron desde Lima y que han realizado un trabajo exitoso, a pesar que el pedido de los secuestradores era que no intervengan.