La poesía es un planeta de árboles vivos

En la presente coyuntura, como en anteriores oportunidades, el Grupo Cultural Urcututu vuelve a manifestar su opinión y su posición frente a los acontecimientos en el devenir de la historia contemporánea. Es indudable que mucha agua ha corrido bajo los puentes después del primer manifiesto. Lo que ahora resalta es la crítica a los declives que han ocurrido en la Amazonía a lo largo de estos años. Pero lo más importantes es la defensa irreductible de la poesía como motor del cambio y de la salvación. Esa opción preferencial por el arte de la palabra es una intensa declaración de amor por la vida que, pese a todas las amenazas vigentes, es inextinguible por los siglos de los siglos.

La Amazonía es un espacio transnacional compartido por nueve países que tienen vínculos geográficos y culturales y donde sus habitantes comparten sus recursos naturales, deseos, aspiraciones y, sobretodo, su visión del mundo. Sin embargo, en las últimas décadas hemos presenciado la agonía de la Amazonia y de todo el planeta. Los ríos y bosques que albergan la biodiversidad más extensa que se conoce, han sido impactados causando un deterioro ambiental acelerado debido a la irracionalidad de la cultura extractivista que ha dominado el discurso oficial bajo la falsa premisa de que alcanzaremos el desarrollo a costa de la muerte de plantas, animales y personas.

Ahora más que nunca consideramos pertinente manifestar que la Amazonia no existe ni existirá si la vida de sus habitantes se reduce o se detiene alterando su ciclo natural. En el Perú, esta vasta región está amenazada debido al abuso y la explotación irracional, la ineptitud de su clase dirigente, la falta de creatividad de sus líderes, la indiferencia que domina la conducta de sus gobernantes. Así, los partidos políticos carentes de acciones serias no tienen una alternativa en el presente ni proyectan planes alentadores para el futuro. Es más, se ha hecho común la agresión y la violencia sostenida contra la Amazonía. La corrupción contamina la política y todo el tejido social. Como consecuencia de esas desgracias estamos sosteniendo una crisis rotunda que se evidencia en los últimos lugares que ocupa la Amazonia peruana en diferentes rubros incluyendo la alimentación básica de las poblaciones humanas.

Hemos asistido a un escenario deleznable donde el animal que piensa y habla es el propio destructor de su hábitat y se muestra corroído por la avaricia, la voracidad del modelo economicista que no permite que la vida en su vasta dimensión sea su razón de ser. Las políticas promovidas por intereses privados nos están conduciendo a la ruina y los gobernantes hoy nos llevan a la desolación y al desconcierto. La inacción y la desesperanza pretenden ser las consejeras. Nos resistimos a esta estructura de falsedad y mentira.

En apariencia, no hay futuro ni porvenir, y todo parece condenado al fracaso. Por ello, hoy más que nunca, es urgente expandir la dimensión de la esperanza y de la utopía para sostener la vida en un ámbito de respeto mutuo que desafíe el presente. Entonces, es posible, desde este hoy lamentable, desde el fondo de las variadas carencias, avizorar el futuro, donde la poesía cumpla un papel denunciador y proclame la preservación de la belleza y la justicia. Porque el verbo poético, la palabra oral o la escrita en el poema, es una fuente de revelación y de salvación, imaginando así un mundo posible emancipado de sus traumas.

En este contexto exigimos un cambio radical en el comportamiento político de la sociedad y el respeto a la vida en todas sus manifestaciones. En consecuencia, el ecosistema más pequeño debe ser cuidado, preservado y manejado con responsabilidad ambiental.

La poesía es un planeta de árboles vivos que se resiste a morir.

Iquitos, 20 de agosto de 2019

Ana Varela Tafur Percy Vílchez Vela Carlos Reyes Ramírez