[Tierra Nueva en Kapitari]:

Escribe: Percy Vílchez Vela

En su tesis para el doctorado en Filosofía el señor Juan Carlos Ochoa Abaurre define mejor que nadie hasta ahora a la liana de los sabios o Ayahuasca. Esa sustancia oriunda, donde está codificada la cultura amazónica de siempre, nada tiene que ver con alucinaciones, misticismos, realismos mágicos u otras cosas ya exprimidas al máximo. Es esencialmente un abono de visiones. En la modernidad del chamanismo amazónico del Perú, destaca con nitidez don Luis Culquitón Roca, fundador de Estación Kapitari. Ese lugar, esencialmente, se puede definir como el sitio donde se materializan las visiones, donde esas visiones influyen en la realidad. El último fin de semana estuvo allí Editora Tierra Nueva donando libros para la biblioteca de la maloca de curaciones.

En la poderosa Cultura Amazónica la materialización de las visiones es una vertiente antigua. Cuando el mítico chamán Tsla descendió con sus dones influyó en la realidad inmediata para beneficio directo de los Piro, esos comerciantes históricos de la fronda. Cuando los brujos pendes de rebelaron contra los castellanos obedecieron a un mensaje recibido a través de las visiones y gracias a ello realizaron su acción de armas. Las formas y los símbolos de la pintura vegetal oriunda o de las artesanías ancestrales descienden desde un lugar del cielo para luego ser copiadas por las nativas o nativos de la floresta. A esa vertiente desdeñaba u olvidada o incomprendida pertenece la infatigable labor diaria de Culquitón Roca. Desde ese punto de vista, Estación Kapitari es una refundación del chamanismo selvático, tan pervertido por variados equívocos, abusos, oportunismos y otras desgracias.

Nada de lo que existe allí, a unos 50 minutos del poblado de Manacamiri, es casual o arbitrario. Todo, desde las plantas sembradas en la entrada hasta el reservorio de semillas, obedece a un diseño previo, a un modelo primordial que comenzaron a pronto a aparecer en las visiones del chamán que no tuvo maestros, que fue enseñado directamente por los espíritus de las plantas. Este, poco a poco, paso a paso, fue materializando lo que veía en sus noches de mareaciones. Su misión era implantar en ese recinto todo lo que aparecía a través de la liana de los sabios o Ayahuasca. El trabajo le ha demorado años de años. A estas alturas el complejo, donde las visiones se unen a la realidad, está bastante avanzado. Pero falta todavía. Esa sorprendente faena lo realizó el maestro mientras realizaba sus curaciones, esa vertiente más conocida y difundida del Ayahuasca.

En la tesis mencionada de Ochoa Abaurre, nombrada Mito y Chamanismo en el Amazonas, la savia ancestral en la floresta del Perú cumple la misión desconocida de fecundar la religión oriunda o Tuyuka Iran o Tierra sin Mal. Ello es la utopía de los Cocama cuyos saberes son manejados por los chamanes de ese linaje. El antecedente más remoto de esa vertiente es la presencia del chamán Viarizú que hacia 1560 realizó un abrumador viaje por el Amazonas comandando a 12 mil personas en 1500 canoas. Esa utopía nativa selvática se emparenta con todas las utopías de las otras culturas de la tierra, incluyendo la Cultura Cristiana que espera regresar algún día al perdido Edén. La labor del maestro Luis Culquitón se vincula de igual manera a lo trascendente, a la religión autóctona, que es todo chamanismo desde que existe en la historia humana, combinada con elementos de otras culturas contemporáneas. Es decir, Estación Kapitari es también una síntesis de aportes y de saberes. En ese ámbito no podían faltar los libros.

En uno de sus hermosos cantos chamánicos don Luis Culquitón menciona la Biblioteca de la Naturaleza como una expresión de la sabiduría de lo creado. Ello es un vasto territorio poblado de enigmas o de revelaciones que nadie puede leer en toda su magnitud. Todavía. En ese complejo, suponemos, están también los libros impresos o digitales, como una suma que incrementa la biblioteca natural, como un aporte del hombre o de la mujer a una mejor comprensión del mundo. Esa biblioteca vasta, espiritual más que material, se incrementó recientemente cuando Tierra Nueva presentó varios libros en una irrepetible jornada nombrada Lluvia de Libros y realizada en el local de la Gobernación de Loreto. Esos libros fueron donados a Estación Kapitari el viernes pasado del mes en curso.

En la maloca de las visiones y curaciones de Estación Kapitari está la sencilla, modesta pero importante biblioteca, algo que no debería faltar en ningún sitio, casa o empresa de esta región que sigue ocupando el último lugar en comprensión de lectura. El maestro Culquitón tuvo que interrumpir su intenso trabajo diario para recibir la donación de Tierra Nueva, representado por Jaime Vásquez Valcárcel y el autor de esta crónica. El hecho fue sencillo, espontáneo, sin mayores ínfulas. Así los últimos libros de la editora loretana, como una verdadera tempestad provechosa y expansiva, arribaron a un lugar fundamental de la ruralidad del presente amazónico, donde fecundan varias sabidurías.