EL SON DE POTRILLO

Jorge Martín Carrillo Rojas

coquicarrillo@yahoo.com

@reporteropro

 

Diciembre mes de nostalgia. Mes en el que se extraña a los seres queridos que partieron a la eternidad. Mes en el que los pequeños son los más ansiosos porque llegue la medianoche, a la espera de un regalo que les robe una hermosa sonrisa.

Diciembre es en mi caso, el mes en el que los exalumnos agustinos nos reencontramos siempre el último sábado de cada año. Una tradición que la iniciaron las promociones 82 y 83 del colegio San Agustín allá por el mes de diciembre del año 1984 y que para bien la tomaron como ejemplo otros colegios de la ciudad, algo que sin duda es maravilloso.

Hace 26 años dejé la etapa más hermosa de mi vida y que la viví en dos etapas marcadas. La del colegio San Agustín y la del colegio militar Leoncio Prado. Hoy me referiré a la primera de ella, con el compromiso de escribir de mi otro colegio en la siguiente entrega.

Haber iniciado la primaria y haber llegado a terminar el quinto año de secundaria casi ininterrumpidamente en un mismo colegio, permite, sin duda alguna, crear las amistades más profundas. Más allá de las camarillas, casi siempre todos nos conocemos o terminamos por compartir algún momento de camaradería o mataperrada en las aulas.

Es la memoria las que siempre nos jugará la mala pasada para no recordar a todos con quienes compartimos algún momento de la vida, vistiendo el pantalón color rata y la camisa blanca, llamado entonces uniforme único.  Cómo no recordar al compañero al que le ganó la necesidad y tuvo que salir volando a cambiarse de calzoncillo y pantalón.

Cómo no recordar a un loco promocional lanzando un pequeño gas a la salida al recreo y volver desesperado a más de uno. Cómo no recordar a aquel barbudo sacerdote recordándote a la vagina de tu madre, cuando en plena clase hablando de la anatomía humana, a uno se le ocurría distraerse con la posibilidad de, además de recibir un grito, sentir una soberbia cachetada con la posibilidad de voltearte la cara.

Si pues. En 11 años de estudios y de vivencias inolvidables que, en el caso de uno de mis colegios, el San Agustín, sea sin duda el reencuentro de fin de año, el momento más esperado para verse las caras y comprobar que más allá de la deformación física o lo mal o bien que nos vaya en la vida, siempre será un momento, el último sábado del año, para recordar lo que quizá a veces se nos pueda haber ido de la memoria y que vuelve a nosotros en contados segundos.

Hace un año, mi promoción Ángel Rodríguez Gamoneda la 33, cumplió 25 años de egresados. Hoy le toca el turno a nuestro eterno rival, futbolísticamente hablando, la promoción 90 y lo celebrarán con todo.

Hoy mi promoción sigue conectada gracias a la tecnología, a través de un grupo en el whatsapp, la que pareciera se hubiese creado hace 26 años atrás, pues lo que ahí se escribe es simplemente para reafirmar que, sin duda alguna, lo que se vive en el colegio es, creo yo, la mejor etapa de la vida.

Este próximo 26 de diciembre los exalumnos del colegio San Agustín volverán a reencontrarse como todo los años. El colegio va quedando chico ante el mar humano de promocionales. Pero siempre será grande para albergar a aquellos alumnos que fueron formados por los mejores profesores y sacerdotes de esta ciudad.

Los agustinos estamos de fiesta y sin duda tenemos derecho a celebrar nuestro tradicional reencuentro que ya lleva su edición número 31. Las inmediaciones del tradicional colegio será el lugar de encuentro además no solo para los exalumnos agustinos sino para los amigos que reconocen en el colegio San Agustín el gestor que motiva a que cada año a finales del mismo u otras fechas las promociones de colegio se reencuentren.