LA CUESTIÓN HUMANA

La humanidad entera gusta de perder su tiempo en nada. Gusta de discutir por cualquier cosa, siempre cuidando sus credos particulares, sus dogmas privados, sus intereses siempre pequeños comparados con los otros, los demás. Años de años, por ejemplo, se consumió en  descubrir si la mujer tenía  alma en alguna parte de sus ropas o de su cuerpo. Luego se perdieron días y esfuerzos en conocer si los pobres indios eran seres humanos y si también tenían un alma escondida en alguna parte. Hoy nadie perdería su tiempo en esas cuestiones. Pero hay gente que pierde su tiempo en otras cosas, armando polémicas, sin documentarse, sin considerar el pasado. En el Perú de hoy se viene armando una disputa verbal todavía debido a un proyecto de ley presentado por el congresista  Carlos Bruce, el otrora  “techito” del toledismo.

Las posiciones a favor y en contra de la convivencia de los homosexuales, antes que de un matrimonio, enlace que ya ocurre en otras partes, viene desatando unos debates que recuerdan a las mujeres sin alma y a los indios no humanos. Nadie se detiene en serio a pensar que cualquier gay es antes que nada o que todo un ser humano. A estas alturas del partido o de la historia ningún ser humano debe sentirse marginado, menospreciado, rechazado, disminuido, arrinconado por cuestiones raciales, culturales, sexistas o de otra índole. Esa es la cuestión fundamental y no supuestos orgullos lesionados, vanidades pueriles, dogmas religiosos que son citados al pie de la letra.

Uno puede estar a favor en contra de ese y otros proyectos tendientes a  mejorar las condiciones de vida de los homosexuales. Pero lo que no puede hacer, salvo que sea un dinosaurio con corbata o con una cruz en el pecho, es estar en contra de los derechos elementales de toda persona humana. En el presente, hasta los animales tienen derecho a una legislación que les favorezca. No vemos ninguna razón para proscribir al paredón a los gays que quieren ser favorecidos o beneficiados por la ley en este país.

1 COMENTARIO

  1. De acuerdo, pueden hacer lo que se les ocurra en el más recóndito deseo, pero en su círculo, en su esfera privada, no pública. La sociedad tiene que tomar las reservas del caso. El homosexualismo es una lacra que no ayuda a avanzar, es una perversión no de hoy, es de siempre, y no se trata de religión o de credo religisos, no, es de principios, de moral.

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